Comunicado CMB
Llegó a México directamente de Cuba cuando las cosas habían cambiado en la isla con la revolución de Fidel Castro. Ultiminio Ramos Zequeira ya era un peleador formado que iba rumbo al trono mundial de la división pluma, en la que había combatido desde el principio de su campaña y su presentación aquí la hizo con 22 victorias por nocaut dentro de un record de 26 encuentros sostenidos.
Desde aquella primera batalla ante el conocedor público mexicano mostró la extraordinaria calidad que lo caracterizaba y algo tan importante como esto, espectacularidad y colorido poco comunes, tremenda pegada y valentía a prueba de todo.
Aquel inolvidable debut tuvo como escenario la Arena México el 22 de abril de 1961, y su adversario fue el entonces campeón nacional pluma, el excelente técnico Juanito Ramírez, a quien dirigía Adolfo Pérez.
La acción iba muy bien, como se esperaba de dos peleadores de élite, infortunadamente en el séptimo asalto hubo un choque accidental de cabezas y aquello terminó con un empate técnico.
Ultiminio vino a México acompañado y dirigido por el mejor promotor de la historia en Cuba, Cuco Conde (Carlos Conde Gómez) y por el entrenador y manager Alfredo Cruz Chávez, conocido popularmente como “Kid Rapidez”, quien se había casado con una mexicana años antes, cuando trajo a Oscar Suárez a enfrentar al “Pajarito” Moreno en lo que fue la inauguración de la Arena México.
Ramos continuó su campaña en rings mexicanos, ofreciendo el espectáculo que gustaba aquí, especialmente aquel choque inolvidable que sostuvo con otro superestrella nuestro, el “Canelo” Alfredo Urbina, un oaxaqueño avecindado en Acapulco, al que derrotó por decisión dividida y posteriormente empataron.
Después de eso su campaña triunfal incluyó entre otros hombres como Eddie García, Danny Valdez, Baby Vázquez (dos veces), Eloy Sánchez y José Luis Cruz. Ya para entonces el promotor californiano George Parnassus había entrado al “equipo”, y lo llevó el 21 de marzo de 1963 a disputar el campeonato mundial de peso pluma, que poseía el formidable estadounidense Davey Moore, el “Rifle” de Springfield, Ohio. Ellos se enfrentaron sobre el cuadrilátero instalado en el parque beisbolero de los Dodgers en Los Angeles y ofrecieron una actuación temeraria en la que se golpearon como pocas veces se había visto hasta entonces en esa división.
El poder de sus puños arrancó emociones permanentes entre el público y finalmente Moore se fue a la lona conectado por el hasta aquel momento retador, más joven e indudablemente mejor peleador, quien se mantenía en mejores condiciones que su adversario. El todavía campeón se puso de pie, pero lo hizo en tal forma, que el tercer hombre en el ring, George Latka, intervino para dar por finalizado el combate y declarar a Ultiminio nuevo rey en la división de las 126 libras.
Hubo protestas por parte de Moore, exigió a su dirigente, Willie Ketchum, que negociara una revancha. Por desgracia esta nunca pudo darse, pues unos minutos después en su vestidor, al que llegó por su propio pie, Moore sufrió un desmayo del que no se recuperó.
Falleció dos días después de aquella batalla increíblemente violenta, que dio al recientemente creado Consejo Mundial de Boxeo el primer campeón de su historia.
Ultiminio, nacido el 2 de diciembre de 1941 en Matanzas, Cuba, para aquel momento se había acostumbrado a la vida mexicana y poco después adquirió la naturalización, ya convertido en un ídolo de los aficionados mexicanos al boxeo.
Realizó cuatro defensas de la corona. Venció a Rafiu King, Mitsunori Seki y Floyd Robertson. Llegó a la cuarta exposición de su título muy debilitado por los esfuerzos realizados para meter su físico dentro de los límites de peso pluma. Fueron aquellos sacrificios algo que solamente puede entender quien lo haya vivido de cerca. Quien esto escribe fue una de esas personas, incluso el último día, el del pesaje oficial, fue llevado a los baños de vapor del Hipódromo de las Américas, en donde tras varias cruentas sesiones en las que el manager y experto en “bajar peso” a los “Jockeys”, Tony Rocha, lo hizo con Ultiminio, quitándole los últimos gramos de grasa que según dijo, tenía en las ingles. De ahí fue directamente a la báscula oficial para pelear unas horas después.
La batalla fue presenciada por miles, un lleno en el viejo Toreo de Cuatro Caminos, ambos desaparecidos. Entre los espectadores había dos de lujo, Presidentes de la República Mexicana, los licenciados Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz.
Inmediatamente después de su derrota frente a Saldívar por nocaut (ya no salió de su esquina para el asalto 12 y aunque no le contaron, reglamentariamente fue nocaut) tomaron la determinación él y sus dirigentes de continuar su carrera, pero en peso ligero, título que disputó en dos ocasiones al puertorriqueño Carlos Ortiz. En la primera fue declarado vencedor por descalificación y nuevo campeón mundial de la división. Sobre el ring de El Toreo, el entonces presidente del Consejo Mundial de Boxeo, el Profesor Ramón Velázquez González , tomó el micrófono y así lo anunció al público. Pero tal cosa duró poco tiempo. Al día siguiente Ortiz era todavía rey de los livianos, sin explicaciones de ningún tipo. Volvieron a enfrentarse y Ortiz ganó con pocos problemas un año después en Puerto Rico.
Ramos continuó algunos años enfrentando a los mejores, pero después de sucumbir por nocaut técnico frente al africano Cesar Sinda en El Forum de Inglewood, decidió que aquello había sido todo para él. Nunca más volvió a subir a un ring y aquí lo tenemos como un mexicano más, querido por todos, simpático, agradable, platicador y sin duda una de las más grandes figuras que han pasado por los cuadriláteros de México. ¡Saludos amigo Ultiminio y nuestros deseos de que pases muchos años más con nosotros!