La tercera es la vencida. En el pasado, Uriah Faber y Dominick Cruz se han enfrentado un par de veces. Una victoria para cada bando.
Desde el primer encuentro, Cruz y Faber no se llevan bien, tanto así que la promoción de su combate y del cartel en general se vio aderezado con sus peleas y confrontaciones durante las entrevistas y presentaciones en público. Realmente este par no se llevan bien.
Y fue muy notorio a la hora de entrar al combate porque, cada uno fiel a su estilo, lanzaron lo mejor que tenían. Faber buscó tocar con sus golpes a la cara a Cruz, en tanto Cruz hizo gala de su bien conocida y elástica defensa y velocidad de pies, para pegar de entrada por salida.
Será Cruz uno de los peleadores que mejor aprendió y que mejor aplica una de las máximas del recién fallecido Muhammad Ali: las manos no pueden golpear lo que los ojos no pueden ver, de modo que Faber perdió muchos buenos golpes por la habilidad de Cruz para esquivarlo.
No se le puede reprochar nada a Faber porque hizo todo lo que estuvo en sus manos para tratar de detener el ferrocarril que es Cruz.
A partir del segundo episodio, Cruz empezó a cojear de una pierna, aunque eso no le impidió avanzar por el ring a grandes zancadas de lado a lado, ya fuera de manera defensiva u ofensiva, el punto era no dejarse sorprender, a pesar de todo.
Faber pudo sortear todos los derribes que intentó Cruz, no le permitió tener control en el piso, excepto en el último round, donde Cruz casi le coloca una guillotina. Pero Faber fue hábil para salir de ahí.
Pero en lo que fue la pelea de pie, Cruz se llevó de calle todas las acciones, todos los intentos de Faber por sobrevivir.
Decisión unánime a favor del aún campeón gallo con tarjetas 50-45, 50-45 y 49-46. Ese último punto, según Cruz fue bien descontado porque al final de la pelea reconoció que aflojó un poco el paso y Faber usó todo su poder.
Faber por su parte felicitó a Cruz por la gran pelea que dio. Aunque eso no signifique que algún día serán amigos, sólo demuestra que son grandes y respetuosos atletas.