En tiempos en los que el fútbol europeo está colonizado por los grandes capitales, Marcelo Bielsa, a partir de una filosofía de juego extrapolable a cualquier conjunto, convirtió en inolvidables a equipos destinados al olvido. El Olympique de Marsella miraba con resignación cómo los euros qataríes del Paris Saint Germain le robaban el protagonismo; los ideales del Athletic (solo utiliza futbolistas vascos) sucumbían ante la fuerza de Barcelona y Real Madrid; en Espanyol, en cambio, no hubo tiempo para ver la mano del Loco. A horas de frustrarse el pacto con Lazio, Europa se quedó con las ganas de ver un nuevo equipo made in Bielsa.
La mirada del adiós. No habían pasado ni dos meses desde que Bielsa había aterrizado, de jogging, con las zapatillas desabrochadas y todo despeinado, en Barcelona, para hacerse cargo de Espanyol, cuando, en agosto de 1998, José Pekerman, por entonces director de selecciones de la AFA, telefoneó al profe Bonini para ofrecerle a Bielsa la selección argentina. "Es el sueño de mi vida", le dijo al presidente Daniel Sánchez Llibre. Aunque el rosarino tenía en su contrato una cláusula que especificaba que podía quedar liberado en el caso de que recibiera una propuesta para dirigir a la Argentina, quería lograr una salida "civilizada, ética y consensuada".
La negociaciones se estiraron y el equipo que había comenzado la pretemporada iluminado (venció a la Juventus de Del Piero y Zidane, 1-0) se fue apagando. En la Liga de España, Bielsa dirigió a Espanyol en seis partidos y se marchó con el peor registro de su carrera: 28% de victorias. El club blanquiazul quería recibir algún tipo de compensación económica por su salida hasta que, frente a los malos resultados y con Brindisi atado, decidió prescindir de él. "Tenía la cabeza en la Argentina, su salida fue consensuada", aseguraba Sánchez Llibre. Bielsa, en cambio, no pensaba lo mismo. Lo habían echado y quería que se conociera la verdad. "Hay que desenmascarar la situación", expuso.
"Después de un partido fui a buscar a Marcelo para hacer la rueda de prensa y estaba mirando el encuentro que acabamos de jugar. No habían pasado cinco segundos y dice: ?¡Para! Pacheta (un jugador) se movió mal, tendría que haber jugado para el otro lado'. Le pregunté a Vivas: ?¿Cuántas anotaciones hacen por partido? Entre 300 y 400, me respondió", recuerdan en el staff de club. La hinchada se había encariñado: "Bielsa, quédate", le gritaban en el Estadio Olímpico de Montjüic. "Conocimos al personaje, no a la persona", concluyen, casi 20 años después, en el club.
Despierta en "El Teatro de los sueños". El noble pedigrí del Athletic Club andaba medio cabizbajo, a veces con un ojo en el fondo de la tabla, hasta que Bielsa llegó a Bilbao. En una noche de fútbol memorable en Old Trafford, el Athletic se acordó de que era el Athletic y le ganó al United de Sir Alex Ferguson. "Jugar aquí es un sueño, ganar es una realidad", motivó el Loco a sus muchachos antes del partido en Manchester. Era su primera temporada al mando del club rojiblanco y sus futbolistas estaban embobados con un entrenador que, según cuentan desde Bilbao, los convirtió en mejores jugadores. "¿Qué pasó después del Athletic con Ander Herrera (United) , Javi Martínez (Bayern) o Llorente (Sevilla)? Ninguno juega", afirman desde el club.
En 2011, Josu Urrutia aspiraba a la presidencia del Athletic y su carta para ganar las elecciones era Bielsa para el banco de San Mamés. En su primera campaña al frente del Athletic, el técnico argentino llevó al equipo a dos finales: en la Copa del Rey y la Europa League. Pero en los partidos decisivos, el cuadro vasco chocó ante dos rivales en llamas, el Barça de Guardiola, en España (3-0), y frente al Atlético de Simeone, en Europa (3-0). Bielsa asumió la responsabilidad de las derrotas, que las tildó de "fracaso", y les dejó un mensaje a sus jugadores: "Son unos millonarios prematuros".
A Bielsa se le pasó la rabieta y continuó, pero la relación con algunos ya era de cristal, también con los dirigentes. Sobre todo, después de que se "autodenunció" por maltratar al jefe de las obras que se estaban realizando en la cuidad deportiva. "Me comporté como una salvaje por defender los intereses del club, los que el club no defendió", expuso. Sus dos años dejaron un saldo de 138 partidos, con un 38% de victorias. A Bielsa le encantaba el País Vasco y a nadie le extrañaba verlo caminar por el Paseo Marítimo de Getxo (ciudad a 12 kilómetros Bilbao, donde vivía en un hotel) ni que aparezca en bares perdidos lookeado con su clásico jogging. Ante su inminente salida la hinchada tomó partido ("A lo loco se vive mejor", decía una bandera en San Mamés). Y otra vez, el mismo grito desde la tribunas: "Bielsa, quédate". Ya era tarde.
De la balanza de Gignac a la pica con el presidente. En el verano europeo de 2013, el nombre de El Loco sonaba con fuerza en los despachos del Camp Nou. "Dime, por favor, que no es cierto lo de Bielsa", le cuestionó uno de los peso pesados del vestuario azulgrana a un dirigente del club. Conocían los futbolistas del Barça, compañeros en la Roja de los Athletic, como exprimía el rosarino a sus jugadores. Su llegada a Barcelona no pasó de un rumor y después de un año sabático Bielsa se hizo cargo del Olympique de Marsella, otra vez con la misión de revitalizar a un gigante que quería animarse a disputarle la Ligue 1 al multimillonario PSG.
Bielsa volvió a exprimir la mejor versión de futbolistas como Ayew, Payet, Imbula o Gignac. Sobre todo, le cambió la cara al actual delantero de Tigres de México. Al 9, presa habitual de las gastadas de las hinchadas rivales por su exceso de peso, el ex DT de Newell's lo hizo adelgazar seis kilos y el punta le respondió con 21 goles en 38 partidos. La primera vuelta del Olympique fue para enmarcar, pero el equipo se pinchó en la recta final de la Liga de Francia y se quedó sin premio. "La metodología de Marcelo hace mejores a los jugadores, pero no es un técnico para más de dos temporadas", explican fuentes cercanas al rosarino.
Su viaje en el Olympique duró un año (41 partidos, 57% de victorias). Enojado con el presidente, Vincent Labrune, pegó un portazo. "Me adapté a los constantes cambios en el proyecto deportivo, pero después de tres meses de discusión y dos días antes del inicio de la competición oficial, no puedo aceptar la inestabilidad que han provocado al querer cambiar los términos del contrato que habíamos ya acordado", publicó Bielsa en su carta de despedida. De nuevo enfrentado con los dirigentes, siempre reivindicado por la hinchada: "Si la locura es la pasión por las bellas obras y la radicalidad del perfeccionismo, entonces es mejor estar loco con él que sensato con ustedes", coreaba la barra del Olympique.