Los que andan entre los 30 y 35 años tienen un héroe crema que no es Lolo ni Terry ni Challe. Los que nacieron en los años sesenta y empezaron a ver fútbol a mediados de los setenta veneran a Leguía más que a nadie y lo consideran, por su derecha sabia y su pinta de crack elegante, un referente ineludible de la garra, un intocable, casi dios.
Antes que futbolista, Chemo fue hincha y no pudo escapar de la idolatría hacia el viejo ‘Cocoliche’. Pegado en su cuarto de adolescente, allá en Chimbote, José del Solar tenía también -como Martínez, como Barco, como el mismo Puma- un póster gigante del mejor Leguía, una foto aparatosa y amarillenta que le sirvió para planear la imitación de su modelo. En el futuro Chemo quería ser como él.
Pasaron los años y Del Solar -también volante de coraje, pelo largo y medias caídas en sus inicios- llegó a la ‘U’ para convertirse a su manera en el sucesor. No tenía el pie mágico de Leguía, pero lo igualó en clase, en oficio y en ese especial amor a la camiseta que le permitió, por ejemplo, vencer -como Germán en el 79- a un Alianza favorito.
Chemo puede irse tranquilo. Ha tomado una posta histórica. Los que andan entre los 20 y 25 no lo olvidarán jamás.
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