El sábado, América fue un equipo de dos caras, irreconocible en el primer tiempo y estoico en el complemento. Una escuadra con dudas defensivas, que perdió todos los duelos in-dividuales en el primer capítulo del juego ante Cruz Azul, y uno agresivo y resolutivo en el cierre del juego. Un conjunto de entreguerras que ofreció momentos de preocupación a su afición y después los mandó a casa extasiados por esa dosis de efectividad.
En medio de la euforia —válida por el ejercicio de orgullo que montaron para darle la vuelta a la adversidad— es, también legítimo, cuestionarse por qué América sigue siendo un equipo poco reconocible, por qué la inercia de juego no es constante, sino que sigue viviendo en la irregularidad.
Y es que en los últimos juegos, las Águilas no se han caracteri-zado por ser un cuadro que en el campo muestre una identidad, un estilo con ideas concretas. El partido del sábado se ganó porque a Cruz Azul le entró el miedo en el cuerpo, porque la expulsión de Aldo Leao les condicionó y porque les faltó cabeza fría. Aunado a la rebeldía y amor propio que mostraron los azulcrema, pero no se pueden dejar de lado esos momentos en los que el juego americanista simplemente no fluye.
La identidad futbolística la concede el estilo, que no es otra cosa que tener claro a qué quieres jugar y cómo lo harás. Al inicio de la pretemporada, Ignacio Ambriz se mostraba complacido por el hecho de tener más variantes, el equipo se reforzó en cada línea. La plantilla incrementaba el pedigrí y también volvía Javier Güémez. Más opciones para encarar los partidos según las necesidades.
Quedaba en Nacho montar el mejor once, el entrenador debía tener el toque fino para elegir el traje a la medida para que América fuera un equipo de garantías, reconocible de principio a fin.
Bruno Valdez fue el primer refuerzo. El defensa de la selección paraguaya llegaba con buen cartel y vendría a Coapa para potenciar la zaga azulcrema, apretaba la competencia interna, pero también le concedía al cuerpo técnico la posibilidad de variar el esquema. Pasar de la línea de 4 a la de 5 y viceversa, porque el guaraní se sabe desempeñar por la banda.
Así que Ambriz puso en marcha el cambio de esquema; en su estancia en Coapa siempre se había decantado por la línea de 4 en el fondo, dice el técnico que el 4-4-2, es el dibujo táctico que más le agrada. Es cierto que en el campo las cosas pueden fluir del modo contrario a lo planeado, y que todo está condicionado a la manera en que los jugadores, con base en sus capacidades físicas y futbolísticas, ejecuten y ocupen los espacios, pero los jugadores se van adaptando a una idea, la ensayan durante cinco días para desarrollarla en el campo; con el paso del tiempo los automatismos suceden y el colectivo pasa a ser un mismo ente que busca acercarse al objetivo de doblegar al adversario.
Lo que no se acaba de entender es qué sistema le ajusta más a América. De los ocho partidos de Liga que ha jugado hasta ahora, en tres ha recurrido a la línea de 5 (Tigres, Chivas y Cruz Azul) y en cada uno de esos la defensa se ha visto vulnerable, en cada partido permitió tres goles y solo en el juego contra La Máquina pudo rescatar el triunfo, porque en los otros dos no marcó un solo gol. En los restantes cinco, América jugó con línea de 5, solo empató uno (ante Puebla). De ahí en fuera logró triunfos con un esquema que parecía asimilar y ejecutar de mejor manera.
LAS DIFERENCIAS
¿Qué permite la línea de 5? Cuando América la ha empleado lo ha hecho con un 5-3-2. Este esquema puede considerarse defensivo, pero también tiene su corte ofensivo, según la distribución que se tenga, porque permite salir con la pelota jugada desde el fondo por el líbero (Goltz o Aguilar), mientras los otros dos centrales se abren a las bandas y se muestran como opción de pase, y los laterales se convierten en volantes que le dan amplitud al campo.
El líbero tiene la posibilidad de jugar el balón con el medio de contención o con alguno de los volantes (Osvaldo o Sambueza) para que éstos jueguen por dentro y se asocien con los delanteros, o tengan opción de pase por fuera con los carrileros, siempre y cuando éstos tengan fondo físico. Paul lo tiene, pero Mares no es fondista.
A nivel defensivo, da más solvencia para cortar el juego del rival, hay más presencia por el centro con tres zagueros natos, y los laterales cubren la llegada por fuera. Los volantes aprietan y cierran espacios por delante de la línea defensiva, y en los desprendimientos las transiciones pueden ser ejecutadas con más velocidad.
En tanto, la línea de 4 permite mayor peso en medio campo, pero se requiere que los volantes también hagan recorridos defensivos que suelen ser de más desgaste a la hora de las transiciones, ya sea para defender o atacar. El juego por fuera está condicionado a que los volantes puedan desbordar o asociarse por dentro. Sambueza, Ibarra y William han ejercido esta tarea, pero no se les ha visto un rendimiento alto, los laterales no tienen tanta libertad para agregarse, porque si no regresan dejan en inferioridad a la zaga y si son superados en el mano a mano hay más sufrimiento. Así pasó con Chivas, Brizuela desbordó una y otra vez a Mares y el sábado ocurrió lo mismo, con Osmar y Joao Rojas.
En 8 jornadas, América ha recibido 15 goles: 9 han sido en los tres partidos que jugó con la línea de 4, para un promedio de 3 goles en contra por partido. Los otros 6 tantos aceptados han sido cuando ha jugado con línea de 5, en los otros cinco duelos que ha disputado en la Liga, lo que da un promedio de 1.2 por partido. Ha vuelto la paz a Coapa, el resultado del sábado concede la oportunidad para definirse y saber cómo y a qué se quiere jugar y qué sistema es el más adecuado.