Sin cortar orejas y no lucir ante un ganado descastado, ayer sábado por la tarde se despidió de la afición lagunera en la Plaza de Toros Alberto Balderas de Lerdo, Eulalio López "Zotoluco". Antonio Lomelín tampoco tuvo suerte con el lote.
Parches y metales se oyeron en punto de las 17:00 horas para darle la bienvenida al niño torero, Cristóbal Arenas "El Maletilla", quien salió de corto a lidiar a una vaquilla de La Cardona, ejemplar complicado que lo aporreó en par de ocasiones, afortunadamente sin consecuencias.
"El Maletilla" estuvo voluntarioso, una faena con más ganas del torero que calidad de la becerra, el juez de plaza, José Luis Orozco, le dio una oreja simbóloca, el ejemplar regresó a los corrales y Arenas dio una vuelta al ruedo entre palmas desde el tendido.
El toro de su despedida, un ejemplar que desde su salida mostró que era muy rajado y el mismo matador mostró su malestar con gestos.
Eulalio López "Zotoluco" demostró su maestría ante un descastado encierro, su primero de la noche Cárdeno, impresionante presencia, pero no cooperó para el lucimiento del diestro, lo fue llevando de a poco al centro del ruedo para sacarle tandas lentas por derecha.
Al matar, pinchó, hiriendo de muerte al astado al segundo intento para saludar en el tercio ante palmas del respetable.
Antonio Lomelín en su primero, lo recibió de rodillas para una larga farolada, luego toreó a la verónica y dio un quite por caleserinas.
Con muleta enfrentó a un astado desentendido que empezó a rajarse, su faena fue de empeño y ganas, lamentablemente el toro vino a menos, poco jugo le pudo sacar.
Al matar, pinchó y dejó una buena estocada que dobló de inmediato al ejemplar. Tocó turno al “Zotoluco”, quien toreó al son de Las Golondrinas su último astado como torero en activo en La Laguna.
Era el toro de su despedida, un ejemplar que desde su salida mostró que era muy rajado, el mismo matador mostró su malestar con gestos y ademanes de disgusto.
Sin embargo la afición reconoció la trayectoria del diestro, que se despide así de La Laguna, lamentable que sus enemigos no colaboraron para su lucimiento.
Eulalio López salió al centro del ruedo para despedirse así entre una ovación de pie. Con su segundo enemigo, Lomelín, quien cerró plaza, estuvo muy voluntarioso, faena variada con molinetes y naturales, pero el astado mostró las mismas cualidades de sus hermanos y se rajó.
Antonio Lomelín se puso pesado con la muleta y la espada, para ser silenciado. Al final, el novillero español Héctor Edo mató un novillo de corto para deleite de los aficionados que se quedaron en el coso al término de la corrida.
dcr