Domingo 06 de diciembre de 1987, jugaban San Agustín y Alianza Lima en el Estadio Nacional. A un minuto de que acabe el partido, el árbitro le mostró tarjeta roja al lateral izquierdo, César Espino. El referí Carlos Montalván resolvió una discusión entre Espino y Roberto Martínez expulsando al aliancista. El ‘Gato’ no sabía, pero esa roja le salvó la vida.
Espino quedaba fuera de la nómina que viajó a Pucallpa y su compañero Daniel Reyes le reclamó: "¡Te haces expulsar para no viajar!". Después del entrenamiento del lunes, en las duchas, Tomassini se mostró preocupado por el vuelo chárter en el Fokker. “Esos aviones no son seguros, ‘Gato’, no son seguros” le dijo. Con voz pausada, el defensor intentó calmarlo. “No pasa nada, esos aviones son para eso, van y vienen el mismo día. Vamos, jugamos, y en la noche ya estamos en casa”.
El 'Gato' llegó a Alianza una temporada antes del adiós de los ‘potrillos’. Los conoció como un grupo unido, conformado por "grandes futbolistas" que hacían muy difícil encontrar un espacio en el once titular de los fines de semana.
La versión oficial del accidente no lo convence. Cree que hay cosas que nunca se supieron explicar, o que nunca quisieron que se conozcan. “Yo no entiendo cómo solo sobrevive el piloto hasta las 5:00 a.m. sin que le dé hipotermia ni nada, es muy raro”. Esa duda resulta frustrante para él y mucho más para los deudos.
Gino Peña ocupó el lugar del expulsado Espino en el F-27, era muy amigo del ‘Gato’. Semanas antes, en Tacna, Gino compró un whisky para celebrar con su compañero el próximo nacimiento de su hija. Ese festejo nunca se dio y Espino alberga un sentimiento de culpa, sobre todo porque antes de jugar frente a San Agustín el profesor Marcos Calderón les había dicho: “¡Si se hacen expulsar, nunca más juegan en mi equipo!”. Y Espino jura, hasta hoy, que no merecía ser expulsado.
Algunos hablan del silencio del camarín, las caras nuevas o la ausencia de los compañeros que ya no estaban más. Para el ‘Gato’ lo difícil llegó dentro del campo. Espino recuerda el segundo gol de Juan Illescas que hizo explotar a la tribuna. Lo más duro fue la celebración al culminar el partido, cuando todos se arrodillaron en el centro de la cancha y señalaron hacia el cielo. "Nos empezaron a levantar porque vieron que nos estábamos quebrando", dice con la voz entrecortada. Para él, esa fue la mejor manera de despedir a los 'potrillos', jugando al fútbol y ganando. En un lugar especial, donde crecieron y se abrazaron tantas veces, con una sonrisa, con el corazón a mil, como aquel día en La Victoria.