China no tiene historia futbolera, pero sí cuenta con el insumo necesario para crecer: dinero. Los cerca de US$ 80 millones con los que el Shanghai Shenhua se llevó a Carlos Tevez son apenas una muestra de la estrategia que la Chinese Super League (CSL), y su poderosa chequera, lleva adelante para intentar ganarse un lugar en la escena mundial. Con más de US$ 280 millones gastados en el último mercado de pases para la contratación de figuras internacionales, el torneo superó al resto de las ligas mundiales, y va por más.
El impulso al fútbol nace desde el estado chino. El presidente Xi Jinping, apasionado por este deporte (es recordada su selfie con el argentino Sergio Agüero durante una visita oficial a Manchester), puso en marcha un plan con el que busca convertir a China en una potencia global de la pelota. La iniciativa comprende la práctica obligatoria del fútbol en los colegios, pasar de 5 mil a 50.000 escuelas especializadas en la enseñanza de este deporte y la construcción de 70.000 canchas en diferentes puntos del país para potenciar la competencia local. A su vez, se proyecta la organización futura de un Mundial y elevar el nivel de la selección local, que actualmente marcha último en su zona y casi ha dilapidado sus chances de clasificarse a Rusia 2018.
El enfoque no escapa al impacto económico de la industria deportiva. Según estimaciones oficiales, este sector movió US$ 62.000 millones el año pasado en China y la expectativa del presidente Xi es multiplicar ese negocio para llevarlo a los US$ 760.000 millones en 2025.
En ese contexto, la planificación estatal también se derramó sobre la liga local, profesional desde 1994. En la actual China Super League (CSL), que comenzó a disputarse formalmente en 2004 luego de que se cambiara el nombre a la antigua Jia-A League, participan 16 equipos, que tienen por detrás a grandes empresarios o capitales de ese país, estrechamente ligados a la política.
Es el caso del Guangzhou Evergrande, campeón en las últimas seis ediciones del torneo y ganador de la Champions League de Asia en 2013 y 2015, cuyos dueños mayoritarios son la empresa de real estate Evergrande (56,7%) y el multimillonario Jack Ma (37,8%), dueño del gigante del ecommerce mundial Alibaba y cuya fortuna supera los US$ 23.600 millones. A su vez, el Chongqing Lifan, donde juega el delantero argentino Emanuel Gigliotti, es propiedad del dueño de la automotriz Lifan, mientras que el Shanghai Shenhua, destino de Carlos Tevez, tiene detrás al grupo Greenland, una empresa de real estate que controla inversiones por US$ 92.466 millones a nivel global. De esta manera, los equipos pueden asumir el rojo que, en su mayoría, arroja su ejercicio anual. Pese a ser hexacampeón y el equipo con más seguidores, Guangzhou Evergrande cerró 2015 con pérdidas por más de US$ 200 millones.
Mientras tanto, el flujo de millones y la llegada año a año de estrellas extranjeras a la CSL incrementó la popularidad local del torneo. Según datos del sitio especializado World Football, la asistencia a los estadios creció un 30% en cinco años, para llegar a un promedio de 24.238 espectadores por partido en la presente temporada. El multicampeón Guangzhou Evergrande es el equipo más popular (36.884 espectadores por encuentro), seguido por el Beijing Guoan (32.383) y el Jiangsu Suning (31.776). Si decide irse, Tevez seguramente extrañe el marco de cada domingo en la Bombonera: el Shanghai Shenhua se ubica sexto entre los 16 equipos, con una media de 25.116 personas en cada presentación, poco más de la mitad del público que acompaña a Boca cada partido en su estadio.
El escenario también alimenta la rueda del negocio. En materia de derechos de televisión, la CSL pasó de facturar US$ 13 millones por la temporada 2015 a firmar un convenio de cinco años y alrededor de US$ 1300 millones con la firma China Media Capital, que luego los comercializó. A su vez, Nike, que viste en exclusiva a los 16 equipos de la liga, renovó en 2011 su contrato por 10 años y US$ 15 millones por temporada. Para la marca estadounidense, que también viste al equipo olímpico chino y a la selección de fútbol de ese país, la apuesta es ampliar su participación en el mercado donde más crece a nivel mundial (27% anual) y donde facturó US$ 3785 millones entre julio de 2015 y junio de 2016.
Mientras tanto, la avanzada de los capitales chinos sobre el fútbol también se concreta fronteras afuera. Hace un par de semanas el Atlético de Madrid anunció que su nuevo estadio llevará por diez años el nombre Wanda Metropolitano. Wanda es un holding con inversiones en el negocio inmobiliario, los medios y el deporte fundado por Wang Jianlin, uno de los hombres más ricos del mundo, cuya fortuna asciende a los US$ 32.100 millones. El empresario, que a su vez compró la empresa Swiss Infront Sport & Media, titular de los derechos de tv del próximo Mundial para Asia, adquirió el 20% de las acciones del Atleti por US$ 52 millones y ahora pagará 10 millones de euros por temporada por el naming del estadio que reemplazará al Vicente Calderón.
A su vez, la firma China Media Capital desembolsó casi US$ 400 millones para adquirir el 13% de las acciones del Manchester City, mientras que el empresario Zhang Jindong, fundador de la empresa Suning (controlan al equipo chino Jiangsu Suning) pagó más de US$ 306 millones para comprar el 70% del Inter de Milán. En tanto, Wanda y Alibaba firmaron contratos para ser sponsors con la FIFA, al igual que la empresa china Ledman, especializada en la producción de artefactos LED, con la liga de Portugal. Este caso incluye una llamativa cláusula: todos los equipos de la segunda división de ese país deben contar con un jugador chino en su plantel profesional.