En estos últimos tiempos, el deporte ha sufrido golpes muy fuertes que han sacudido las bases de sus propios principios. Cuando en las primeras horas del 27 de mayo de 2015 la policía sacó de sus habitaciones del lujoso hotel de cinco estrellas Baur au Lac, con vista a los Alpes y al lago de Zúrich, Suiza, a siete dirigentes del fútbol mundial, se destapó el mayor escándalo de corrupción en la historia, denominado FIFAGate.
Cada día se descubren nuevas formas de cómo se armó y funcionó esta red de corrupción en los más altos niveles entre los jefes del balompié mundial. Echó raíces que alcanzaron desafortunadamente también a nuestro país. Los jefes de este exclusivo grupo tenían prácticas al mejor estilo de las mafias con sus respectivas jerarquías.
Mientras se estaba velando Julio Grondona, expresidente de la AFA, sus excompañeros de Conmebol y la FIFA se disputaban espacio, poder y más dinero. Cuando estalló el tema, uno de ellos, identificados por quienes lo sobornaban con nombres de marcas de carros, realizó con urgencia una transferencia de dinero de la cuenta de su segunda esposa a la tercera.
Otra de estas impactantes revelaciones implicó conocer que Luis Chiriboga Acosta, expresidente de la Federación Ecuatoriana de Fútbol (FEF), utilizó una cuenta bancaria extranjera de su hijo (José Luis Chiriboga Merino) para depositar los dineros de la corrupción. Fue patético y doloroso conocer esa frase devastadora que el padre le dijo a su vástago: “Lo siento hijo. Destruí tu vida”.
La acción básica y primaria de todo padre es darle al hijo abrigo, educación, estudio y protección para que nadie violente sus derechos. Esta vez fue el propio padre quien se encargó de perjudicar al hijo.
La exfiscal estadounidense Loretta Lynch fue clara al señalar: “Estos individuos y organizaciones participaron en sobornos para decidir quién vendía los derechos de transmisión y comercialización de los partidos, dónde se realizarán los partidos y quién dirigiría las organizaciones del balompié mundial. Lo que debería ser una expresión del deporte fue usado como un vehículo para llenarse los bolsillos con sobornos que totalizaron $ 110 millones”.
Otro de los golpes al deporte son los casos de dopajes. Todo empezó cuando la televisión alemana ARD, mediante reportaje, reveló denuncias de la velocista rusa Yuliya Stepanova. Esto puso en alerta al Comité Olímpico Internacional, a la Agencia Antidopaje y Federación Internacional de Atletismo. Greori Rodchenkoy, exjefe del laboratorio de Moscú, entregó pruebas del dopaje sistematizado y luego se refugió en Estados Unidos.
Mientras las naciones del mundo, por mandato de su propia Constitución, están obligadas a proporcionar a sus ciudadanos educación, salud y deporte, en Rusia fue el mismo Estado el que armó un sistema de dopaje de sus atletas con el fin de ganar medallas y hacer creer una supremacía mundial. Estas preseas son producto de un brillante sistema socioeconómico.
Fue el ministro del Deporte ruso, Vitaly Mutko, quien promovió el uso de sustancias prohibidas para mejorar rendimientos y asegurar triunfos en los distintos torneos. Se ha establecido que desde el mismo ministerio se elaboraron listas de los deportistas con proyección para someterlos a un plan de consumo de fusiones con sustancias prohibidas. Para evitar ser descubiertos, con la ayuda de la agencia KGB cambiaban las muestras de orina con otras de atletas limpios.
Esta perjudicial práctica también ha sido utilizada en el deporte profesional en occidente. Recordemos la muerte de la atleta norteamericana Florence Griffith Joyner y el caso del ciclista Lance Armstrong. En el béisbol de las Grandes Ligas permanentemente hemos señalado con nombres y apellidos los abanderados de la era de los esteroides.
El gobierno de Vladimir Putin ascendió a Mutko al cargo de primer ministro. Ahora es el máximo responsable del Mundial de Fútbol Rusia 2018. El Comité Olímpico Internacional anunció que lo expulsó de por vida. Además, han sido retiradas medallas a una innumerable cantidad de deportistas rusos. Más de 100 atletas fueron impedidos de intervenir en los JJ.OO. de Río de Janeiro 2016. En los próximos Juegos de Invierno, en febrero en Pyeongchang, se le ha negado la participación a la delegación rusa. Aunque se permitirá que los deportistas que estén limpios debidamente comprobados puedan intervenir con colores neutros, sin bandera y si acaso ganan, medallas sin himno. Esto es la mayor sanción en la historia del olimpismo.
Hace muy pocos días se conoció que un jurado del estado de Michigan (EE.UU.) sentenció a 70 años de prisión a Larry Nassar (fue médico del equipo de gimnasia de Estados Unidos) en el primero de varios juicios por pornografía y abuso sexual. Nassar se aprovechó de su condición de médico de la Universidad de Michigan para abusar de destacadas deportistas ganadoras de medallas. Los otros juicios le acarrearán, seguramente, una condena perpetua.
Estos golpes han sido muy duros y han sacudido las bases y estructuras del deporte. Hay que luchar por mantener la pureza de esta actividad y ganar la batalla contra la corrupción por aquellos deportistas que participan de manera limpia.
Otro de los golpes al deporte son los casos de dopajes y el apoyo del Estado ruso a esta práctica sistemática. El Comité Olímpico Internacional les retiró varias medallas.
(O)