La fusión de los ministerios del Deporte y Educación me ha traído al recuerdo la película titulada Durmiendo con el enemigo, estrenada en febrero de 1991 y protagonizada por Julia Roberts y Patrick Bergin. En la cinta los protagonistas parecen una pareja perfecta y fingen ser felices y exitosos. Todo es simulación porque en el fondo coexisten violencia, infidelidades y engaños.
Casi lo mismo que ha existido entre la vieja cartera de Educación y el muy joven Ministerio del Deporte. Desde que el deporte empezó a interesar al Estado lo ubicaron en el ámbito de la Educación, pero cuando ese interés cayó en manos de la política el deporte fue a parar a otras esferas. En 1927 lo pasaron al ámbito del recién creado ministerio de Previsión Social. El nuevo ministerio envió más tarde una delegación a un Sudamericano de atletismo en Lima, pasando por sobre la autoridad de Fedenador que era la afiliada a la Confederación Sudamericana de Atletismo. A la delegación ministerial no la dejaron entrar al estadio.
En 1938, en pleno conflicto del voluntariado deportivo con las pretensiones de estatizar el deporte a través de la Ley de Fomento Deportivo dictada por Alberto Enríquez Gallo, se pasó al deporte a la esfera del Ministerio de Defensa para que el titular de esa cartera, Galo Plaza Lasso, pudiera conformar una delegación para que intervenga en los I Juegos Deportivos Bolivarianos en Bogotá.
Cito esos dos casos históricos, pero hubo muchos más en que, como pelota, se pasaba al deporte de un escritorio a otro. Hoy vuelve a ocurrir con el pretexto de austeridad, una mentira contada al oído del presidente Lenín Moreno, cuyo desinterés por el futuro deportivo del país es proverbial. Tanto es mentira el ahorro a través de la fusión que pasarán a ser parte del Ministerio de Educación los mismos 497 empleados del portafolio del Deporte. ¿En dónde está el ahorro si esos burócratas seguirán consumiendo los mismos $ 6 millones y más anuales que se han gastado hasta hoy?
Señor presidente Moreno, la fusión que usted ha firmado es el peor capítulo de la historia siniestra de Alianza PAIS al mando de nuestra castigada patria. Es un regreso a las tinieblas. Partamos del hecho de que el Ministerio de Educación ha destrozado la enseñanza a todos los niveles y que hoy tiene problemas irresolubles: despojo de la autoridad de los rectores que son hoy amanuenses de los jefes de Distrito; que la calidad académica es una calamidad pública; que ese ministerio, ejercido por coidearios suyos, hizo caso omiso de las denuncias de abusos sexuales en los planteles; que se persiguió a los rectores de las universidades y se derrocharon recursos del Estado en planes ilusos como el de Yachay. Usted lo sabe, presidente Moreno: si hay un ministerio sobre el que cae el descreimiento ciudadano y la percepción de inmoralidad es el Ministerio de Educación.
Aunque no tengo esperanzas de que usted lea esta columna, quiero contarle algo que sus asesores, confidentes y adulones tal vez no le han dicho: el peor enemigo del deporte y del futuro de nuestra juventud ha sido el Ministerio de Educación. Este ministerio ordenó –al menos en Guayaquil, y hablo de lo que me consta– que se despidiera a los entrenadores deportivos de todos los planteles. Atrás de los compungidos maestros despedidos llegó una oleada de narcotraficantes y hoy la drogadicción es una plaga, pues desapareció la mejor de las contenciones para que nuestra juventud no caiga en adicciones: el deporte. Hoy usted aspira a que el deporte se ponga bajo las órdenes de la burocracia de la educación.
Usted quiere obligar a los dirigentes, técnicos y deportistas a dormir con el enemigo. Quizás un día pueda contarle cómo eran los viajes de las delegaciones cuando el deporte era parte del Ministerio de Educación.
No tengo la menor simpatía por cómo se manejó el Ministerio del Deporte desde su creación en febrero de 2007. El decreto de creación firmado por su antecesor hablaba de cumplir con el mandato constitucional de proteger, promover y estimular la práctica de los deportes y que para ello era necesario “fortalecer la institucionalidad deportiva del país dotando a las entidades públicas responsables del manejo deportivo de suficiente capacidad jurídica para su actuación”. El propósito parecía sano y muchos de los que estamos en el deporte (tengo 63 años en él) nos entusiasmamos. Luego caímos en las garras de ese apetito de poder, de prestigio y de riqueza que usted también ha criticado, señor presidente, y que lo describe con amplitud el pensador inglés Thomas Hobbes en su Leviatán.
En 2010 se dictó la Ley del Deporte que perseguía –y persigue– que el Estado se apoderara de todo el deporte para acabar con los voluntarios y colocar en las entidades deportivas a simples seguidores de consignas políticas megalomaníacas. El Ministerio del Deporte, que tantas esperanzas cifró en todos, fracasó totalmente. Se eligió a sus titulares por afinidad ideológica o de partido y por su docilidad. Nadie preguntó si los ministros conocían del deporte más allá de lo que es un penal o un córner. Si tenían capacidad intelectual para entender las ciencias modernas de la administración, dirección y organización del deporte.
Tan deficiente era su entendimiento que uno de los ministros pretendió que el entonces presidente desfilara como abanderado de la delegación nacional a unos Juegos Olímpicos. Ese mismo ministro fue obsecuente a la orden de intervenir las federaciones deportivas y el Comité Olímpico para culminar el proceso de apoderamiento de todo el deporte por un movimiento político. El viceministro de deportes fue nombrado presidente del Comité Olímpico y la hermana del presidente de la República, delegada del Ministerio de Salud, fue designada presidenta de la Federación Deportiva del Guayas. Estas son solo dos muestras de cómo su partido político captó todos los organismos deportivos.
“Esto provocó la eliminación de la dirigencia en todo nivel. Fueron intervenidos quienes se negaron a la renovación. Fue una generación perdida porque los que fueron elegidos, con la nueva ley y por clubes de papel, en muchos casos fueron un fiasco. El remedio fue peor que la enfermedad, porque los nuevos directivos cometieron y aún cometen barbaridades y horrores en el manejo del deporte”, como lo dijo nuestro colega Frank Maridueña en una lúcida columna publicada en nuestro diario.
Debido a la malhadada Ley del Deporte hoy son los delegados de los ministerios y otras entidades públicas los que eligen las autoridades. Cada dirigente gana un sueldo y tiene un ejército de asesores. Si usted lo duda, pida la plantilla de dirigentes, funcionarios, asesores, administradores y personal de seguridad de la Federación Deportiva del Guayas, que no organiza ningún torneo de primera categoría y cuyo presupuesto pasa de los $10 millones.
Señor presidente Moreno, la fusión que usted firmó es el peor capítulo de la historia siniestra de AP. Si hay un ministerio que genere percepción de inmoralidad ese es el de Educación.
(D)