Los Juegos Olímpicos de 1936 fueron los de Berlín pero también los de Jesse Owens. El atleta negro se convirtió en el hombre más importante de aquella cita ganando en cuatro ocasiones la medalla de oro, anulando así el mito de Adolf Hitler de la supremacía aria.
Owens ganó notoriedad por primera vez en la competencia de pista Big Ten de 1935 en Ann Arbor, Michigan. Allí, estableció tres récords mundiales en el salto de longitud, el sprint de 220 yardas y las vallas bajas de 220 yardas. También empató el récord de carrera de 100 yardas.
Entonces, con solo 21 años, el estatus de Owens como un prospecto del atletismo cambió al de en una estrella de cara a los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936.
Pero la decisión de asistir a los Juegos no fue fácil. En esos momentos los afroamericanos experimentaban segregación racial y discriminación institucional, por lo que no sentía apoyo desde su propio país.
Finalmente, Owens decidió ir a los Juegos Olímpicos, que se celebraron en la Alemania nazi. A pesar del entorno intimidante, Owens fue demoledor con su competencia.
Todo comenzó el 3 de agosto de 1936, cuando el atleta estadounidense se colgó el primer oro en la prueba de cien metros lisos. Mucho se ha hablado de aquella primera exhibición del afroamericano, como que Hitler se negó a darle la medalla, algo que es totalmente falso, porque el Führer solamente entregó las dos primeras que se otorgaron en los juegos.
El 4 de agosto Owens lograba su segundo oro en la prueba de salto de longitud. Pero lo logró sobre todo gracias al competidor local Lutz Long, en uno de los gestos deportivos más bonitos y emocionantes que se recuerdan en la historia del deporte olímpico, y que levantó controversia en la Alemania nazi de la época.
Un afroamericano acababa de ganar una prueba atlética en Múnich, pero que encima lo hiciera con la ayuda de un atleta alemán que representaba a la perfección lo que ellos definían como raza aria tuvo que ser demasiado para los nazis.
Al día siguiente, el 5, se hacía con la tercera medalla de oro tras imponerse en la final de los 200 metros con un nuevo récord olímpico de 20.7 segundos.
Y el día 9 de agosto de 1936, ante la incredulidad y la fascinación de todos, Jesé Owens lograba la gesta de las cuatro medallas de oro, marca que no pudo ser igualada hasta que en 1984 lo hiciera el también atleta afroestadounidense Carl Lewis.
Hitler no reconoció a Owens a pesar de asistir a varios de sus eventos. Después de ser criticado por solo estrechar la mano de los atletas alemanes el primer día de los Juegos, Hitler se negó a estrechar la mano de ningún atleta olímpico a partir de ese momento.
A su regreso a Estados Unidos después de los Juegos, Owens no fue invitado a la Casa Blanca, ni se le dio la oportunidad de estrechar la mano del presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt como algunos de sus compañeros blancos.
El propio Owens reconoce, tras la gesta de Berlín se había convertido en un ídolo en todo el mundo, excepto en su país, que no estaba dispuesto a considerar héroe nacional a un atleta negro. "Al regresar escuché historias sobre Hitler y cómo me despreció, pero en mi tierra no podía sentarme en los primeros asientos de los autobuses ni vivir donde quisiese. ¿Cuál era la diferencia?" aseguraba el atleta.
No fue hasta 1976, cuatro años antes de su muerte y 40 después de su gesta, cuando recibió su primer homenaje. Y en 2016, se estrenó una película biográfica sobre él llamada "El Héroe de Berlín".
Jesse Owens pintado en un mural del Estadio Olímpico de Berlín, Alemania. Foto: Wikimedia Commons.
Jesse Owens forma parte de la historia de los Juegos Olímpicos desde aquel 9 de agosto de 1936 en el que el deporte superó las trabas racistas de la sociedad gracias a un atleta, a una leyenda.