Dallas. La ciudad de Tom Landry, Roger Staubach, Troy Aikman, Michael Irving, Emmit Smith. La que arrancó la vida a John F. Kennedy, la de la Plaza Dealey, el sexto piso del Texas School Book Depository; la torre Reunión. Historias, tantas historias. Dirk Nowitzki es otra leyenda de Dallas.
Hsin-Kuei tiene 28 años, nació en Taichung, República de China (Taiwán) e idolatra a Dirk Nowitzki. "Desde que era niño veía sus partidos y me encantaba cómo jugaba", recuerda sentado en una butaca del American Airlines Center donde los Mavericks (sábado noche) enfrentarían a los Charlotte Hornets. Delante de los lugares que ocupan él y su novia, hay tres hileras y un pasillo que separa las tribunas con los palcos de prensa y los banquillos; después está el sudor que brota del parqué. Con el suficiente esmero y la potencia adecuada de sus gritos, Dirk podría notar su presencia y avistar el letro que Hsin porta consigo: "Te amo por 18 años. Taiwán-Dallas, 7715 millas (12,416 kilómetros). Estoy aquí, solo por Dirk". "Es un viaje largo, pero vale la pena", sonríe tímidamente mientras mira de reojo hacia el parqué, por si Dirk aparece.
Hsin-Kuei prueba suerte por segunda vez. Hace dos años, hizo el mismo viaje, pero 'El Bombardero de Wurzburgo' ni siquiera pisó la duela aquella vez. "A ver si ahora sí tengo suerte", se ilusiona. Y sí. Aunque la pantalla gigante del AACenter no lo anunciaba, en principio, dentro del quinteto titular, el quinto máximo anotador de todos los tiempos arrancó el encuentro sobre la madera y jugó poco más de 20 minutos de poca fortuna, habrá que decir: cuatro puntos y cero triples; su marca registrada, el tiro en retirada, registró severas fallas. Hsin-Kuel no es el único que ha cruzado los mares para ovacionar al considerado mejor basquetbolista extranjero en la historia de la NBA: una pareja de alemanes, estratégicamente sentados detrás de Hsin, enarbola una bandera alemana cada que Dirk ensaya al aro o que su nombre resuena en las bocinas.
Los Mavericks, por cierto, cayeron 102-98 frente a los Hornets del bestial Kemba Walker: 24 puntos, la verdadera estrella de la noche. Pero la leyenda corresponde a uno.