La gran razón por la que LeBron James no es colocado al lado de Michael Jordan y Wilt Chamberlain en la Santísima Trinidad del baloncesto, por quienes ven este deporte desde hace varias décadas, se resume en un enigma que jamás podrá resolverse: ¿qué hubiera pasado si jugaba en los 90s o incluso en los 80s?
Más allá de todos los récords batidos con los que ha construido su carrera, James es un portento físico, imparable en su prime, como dicen allá bien al norte de México. Lo sigue siendo de vez en cuando a unos peldaños de los cuarenta, con menos cabello y menos espectacularidad.
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