Casi siempre nos preguntamos ¿por qué los directores técnicos ecuatorianos no tienen éxito en el campeonato nacional? Y ni pensar por qué los DT no tienen aceptación en el concierto internacional. Para poder descubrir de una vez por todas el porqué, he conversado en los últimos tiempos con personajes del balompié, como jugadores activos, exfutbolistas, dirigentes y periodistas. Como conclusiones que puedo sacar sobre qué piensan sobre los entrenadores ecuatorianos y su poca participación en el principal certamen de nuestro país, son cinco razones las que más se esgrimieron.
1) Que la dirigencia no les tienen confianza. 2) Que no están preparados para manejar grupos. 3) Que les falta personalidad y carácter para estabilizar al equipo que ha sufrido dos o tres derrotas consecutivas. 5). Que no salen suficientemente preparados como estrategas técnicos porque no se especializan ni se actualizan sobre sistemas que se aplican en lugares de mayor desarrollo futbolístico. Y 5) Que los jugadores nacionales no los consideran confiables y peor los respetan.
Desde nuestra tribuna todas tienen su razón de ser y confirman por qué el entrenador nacional tiene tan poco espacio para dirigir a equipos de la serie A de nuestro fútbol. Pero lo importante es reconocer que estos conceptos sobre las limitaciones aquí expuestas las vengo escuchando desde que tengo uso de razón. Y son obstáculos que con el correr del tiempo no se han querido o podido superar. En el 2017, y a estas alturas del campeonato, si revisamos el número de técnicos extranjeros que dirigen a los equipos ecuatorianos en la serie A, se nos ratifica la preferencia por ellos. Cinco son uruguayos, dos argentinos, dos colombianos y un brasileño. O sea, nada menos que la abrumadora suma de diez adiestradores foráneos; confirmando, además, que uno de los ecuatorianos, el profesor Pool Gavilánez, está encargado del puesto después de los fracasos de un español y un argentino en el Guayaquil City. Por esto debemos destacar que es solo Paúl Vélez, el único DT ecuatoriano que es titular desde principios de año y con una aceptable campaña en el Macará.
Debo comentarles que hace algunos años me entusiasmó constatar que el montenegrino Dusan Draskovic, con base en su metodología y personalidad, transformó la mentalidad del futbolista ecuatoriano. Además de inculcarles polifuncionalidad y modificaciones de sistemas de juego en pleno partido, Draskovic se dio tiempo para a partir de sus conocimientos dar charlas y trasmitir sus enseñanzas a entrenadores nacionales, en cientos de cursos que se realizaron en todo el país.
De esas enseñanzas irrumpieron en nuestro fútbol dignos discípulos que profesaban a rajatabla el pensamiento de Dusan, que consistía en una preparación moderna tanto táctica, técnica, alimentaria y psicológica, que la denominaba globalización metodológica del entrenamiento. Pero ocurre que los métodos con que Draskovic innovó en el balompié ecuatoriano todavía subsisten, pero lamentablemente los discípulos, o sea los entrenadores nacionales que el formó, tuvieron una vida efímera en el mundo de los cuerpos técnicos de nuestros equipos.
Y en esta historia, que es repetida, se escucha el discurso pretextando lo de siempre, por parte de los entrenadores nacionales, que insisten en que están capacitados, pero son los dirigentes de los clubes que no les tienen confianza.
La verdad es que en este círculo de dimes y diretes falta sincerar algunas precisiones que sirvan para entender el dilema planteado. Desde mi punto de vista el nivel de preparación es deficiente y salvo excepciones por supuesto, la actualización sobre sistemas de entrenamientos y de planteamientos es muy escasa. Estos dos temas que son importantes, sin lugar a dudas, tienen cómo remediarse, pero existen otros que son indispensables para ser un director técnico exitoso y responde exclusivamente a la personalidad y para poder explicar su verdadera dimensión. En el libro Liderazgo, escrito por Alex Ferguson (extécnico del Manchester United) con Michael Moritz, encontramos que los principales valores para ser considerado líder de todos los tiempos –calificativos otorgados por Harvard Business School– son la disciplina, el control, el trabajo en equipo y la motivación como eslabones en el éxito del escocés sir Alex Ferguson. Pero aquello que más me llamó la atención es la capacidad que tuvo para encajar las piezas y para conseguir objetivos sostenibles. Esto se resume en cómo proyectar, organizar y desarrollar y esas cosas no las hace cualquiera, sino solo aquellos que gozan de una personalidad fuerte, pero abierta.
Todo esto suena complejo y parece ser derecho exclusivo de un selecto grupo de privilegiados intelectuales, pero no es tanto así. Más bien responde al grado de responsabilidad en la preparación y de la identidad con los principios que debe poseer quien quiera abrazar la profesión de director técnico. Solo así la sociedad futbolística lo considerará con la credibilidad y, sobre todo, con la autoridad moral para ejercerla.
Es indiscutible que estos dos temas –el de la credibilidad y la autoridad moral– son los condimentos indispensables para dirigir a grupos de cualquier especialidad, con mucha mayor razón si se trata de profesores de balompié dirigiendo grupos tan heterogéneos como son los que se encuentran en equipos de fútbol. Será muy difícil crear técnicos con conocimientos y con el perfil que exige el fútbol en el momento, si no se revisa la metodología, el pénsum académico y la relevancia cognitiva de los catedráticos de los institutos autorizados en otorgar las credenciales. Y por supuesto, como requisito sine qua non, investigar el perfil psicológico que se requiere para emprender una profesión tan exigente como la de ser director técnico de fútbol.
En resumen, me quedo con la idea que sobre el éxito tiene Mariela Dabbah. La argentina afirma que el “éxito es un camino, no es un destino”. Así de sencillo, no es una casualidad. Es un fin y para llegar hay que conocer la ruta. (O)