Juan Martín Del Potro se metió en las semifinales del Masters 1000 de Miami tras derrotar por 5-7, 7-6 (7-1) y 7-6 (7-3) al canadiense Milos Raonic en un partidazo que duró dos horas y 53 minutos. De esta manera, el argentino sigue su camino que podría depositarlo en el tercer puesto del ranking mundial (si se queda con el certamen) y además sumó su 100ª victoria en torneos de esta categoría. Su próximo rival será el estadounidense John Isner, que venció al surcoreano Hyeon Chung por 6-1 y 6-4.
Se presumía que sería un duro duelo entre dos sacadores implacables, que registraban cuatro enfrentamientos en su historial, con dos victorias para cada uno (la última de Delpo fue la semana pasada, en las semifinales del Masters 1000 de Indian Wells). Y así fue desde el arranque.
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Los dos exhibieron la solidez y la potencia de su servicio sin ofrecer posibilidades de presionar al rival. En el séptimo game el tandilense, sexto en el ranking de la ATP, llegó a estar 40-40, el canadiense (nacido en Podgorica, la capital de Montenegro, pero radicado en el país del norte desde los 3 años) logró escapar de esa incómoda situación.
Más allá de eso, los break points brillaron por su ausencia en los primeros 11 games. Cuando Delpo tuvo que sacar 5-6 para forzar el tie break, su servicio no lo acompaño: falló cinco primeros saques seguidos y cerró un game negro con una doble falta. Raonic se quedó con el parcial tras 50 minutos de juego.
Juan Martín Del Potro, atendido por el trainer tras el final del primer set del partido frente a Milos Raonic. (Michael Reaves / Getty Images / AFP)
El set perdido no fue lo que más preocupó en ese momento en el estadio principal del Tennis Center de Crandon Park. El argentino se sentó en el banco, solicitó asistencia y se sacó las muñequeras. Por un instante se dudó sobre su continuidad en el juego. “¿Te animás a seguir?”, le preguntó el trainer. Delpo siguió.
Luego de alguna zozobra por su condición física, Del Potro, que había llegado a esta instancia tras batir al holandés Robin Haase, al japonés Kei Nishikori y al serbio Filip Krajinovic, empezó a exhibir dudas, al tiempo que su rival ganaba confianza.
En el quinto game, el canadiense dispuso de un break point que era casi un match point, pero lo dejó escapar con un error no forzado de revés. El argentino, empujado por el aliento del público (mayoritariamente había tomado partido por él), zafó y se mantuvo en partido.
Milos Raonic pega un revés durante el partido ante Juan Martín Del Potro en Miami. (Michael Reaves / Getty Images / AFP)
En el noveno game, el tandilense arrancó bien, se puso 0-30 y despertó una ilusión. Sin embargo Raonic recurrió al arma más desequilibrante de su juego, la que en 2016 lo catapultó al tercer puesto del ranking (actualmente ocupa el 25° lugar): el servicio. Una ráfaga de cañonazos lo sacaron del brete.
La paridad se mantuvo hasta el tie break, que el argentino jugaba con la espalda contra la pared. Raonic lo arrancó mal, con una doble falta, perdió solvencia y Delpo lo aprovechó: se puso 5-0 muy rápido y terminó cerrándolo por 7-1 para llevar la definición al tercer set.
Aquello que había sido el fuerte de ambos en los dos primeros sets fue la debilidad en el arranque del tercero. Del Potro comenzó sirviendo y perdió su saque. Parecía una señal muy poco auspiciosa. Sin embargo consiguió quebrar en el game siguiente. Un logro no menor, ya que su adversario no había cedido su servicio en sus tres partidos previos en el torneo (frente a Mikael Ymer, Diego Schwartzman y Jeremy Chardy).
Del Potro se agacha para pegar un drive en su partido ante Raonic en Miami. (Geoff Burke / USA TODAY Sports)
De todos modos, el argentino volvió a mostrar dudas y el canadiense las aprovechó para conseguir otro quiebre y adelantarse 2-1. ¿Del Potro bajó los brazos? No, ni mucho menos. Volvió a quedarse con el saque de Raonic e igualó 2-2.
Recién en el quinto game uno de los dos consiguió sumar con el saque. Fue Delpo, que en un juego de altibajos se puso 40-0, luego enfrentó dos break points, los salvó y terminó cerrando con un ace. Inmediatamente el canadiense pareció recuperar la memoria y se llevó su juego de servicio al trote para sellar el 3-3.
Entonces el partido regresó al carril por el que había transcurrido los dos primeros sets. Los saques se impusieron a las devoluciones y de ese modo llegaron sin darse más chances a un nuevo tie break.
Y entonces, cuando el encuentro era definitivamente una moneda en el aire, el argentino mostró el juego que viene exhibiendo desde hace semanas y el temple para no fallar en los momentos clave y aprovechar los errores de su adversario. Un drive cruzado imparable le puso el moño marcó el 7-3 y le puso el moño a un partidazo.
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"Sabía que saca muy bien. Él jugó mejor que en Indian Wells. Mi mayor virtud fue no bajar los brazos", explicó el argentino, que aseguró tener dolores en todas partes del cuerpo. "Física y mentalmente estoy con lo justo. Por suerte mañana no juego", se mostró aliviado.
"No está bueno sufrir tanto para ganar un partido, pero cuando hay que hacerlo hay que estar predispuesto a eso y pelearla", sintetizó el campeón de US Open 2009, que en caso de consagrarse en Miami quedará número tres del mundo, una marca que nunca en su carrera pudo alcanzar.