Para unos es precipitado, para otros está bien: FIFA y Conmebol ratificaron la fecha del 8 de octubre para iniciar la Eliminatoria Sudamericana para Catar 2022, y en el formato establecido de todos contra todos. FIFA sabe que alguna vez debe empezar o no habrá Mundial. Conmebol está urgida porque, si no arranca, se le arma un berenjenal el año que viene que podría ocasionarle pérdidas económicas graves. Y las asociaciones necesitan imperiosamente jugar para generar ingresos, aún cuando se dispute a puertas cerradas, con lo cual no habrá taquilla (ni reventa, lastimosamente para algunos dirigentes, ¡Maldito COVID…!).
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La única duda planteada era si los clubes europeos cederían sus jugadores en tanto azota el coronavirus, sobre todo porque la ola de la pandemia se volcó en los últimos meses hacia América. Pero Gianni Infantino se apuró a confirmar que los jugadores estarán. La obligatoriedad de los clubes de entregar sus futbolistas a las selecciones es un principio que la matriz del fútbol considera sagrado porque de eso vive, de los torneos que organiza con los equipos nacionales. Infantino pelearía a cuchillo con tal de sostenerlo. Y en gran medida está bien: si esa norma de cesión imperativa se rompe, la FIFA quedaría sin autoridad y sumida a la voluntad de un grupo de poderosos clubes europeos, cuya amplísima mayoría son privados. Es decir, los Mundiales, Eliminatorias y Copas América se jugarían si a un grupo de multimillonarios se le antoja. Si por ellos fuera, no darían a las figuras. “Somos los que pagamos sus transferencias y sus contratos”, dicen con algo de razón, sólo un poco. El fútbol entre países tiene 147 años de antigüedad y es de máximo interés para el público. Y cuando un club europeo contrata un crack uno de los requisitos que pone es que sea internacional. No es lógico que luego se moleste por tener que prestarlo a su selección. Sin embargo, ahora los intereses económicos son siderales y el tironeo está abierto.
Hay un problema adicional: los clubes no se opondrían a permitir el viaje de sus profesionales siempre que los países de acogida no les obliguen a hacer cuarentena de catorce días al llegar. Ni de siete. Porque entonces, entre el aislamiento y los partidos el jugador estaría cerca de un mes ausente de su club, demasiado. Es lo que está gestionando FIFA para la confirmación absoluta de que el 8 tendremos Eliminatoria.
Para todos es importante que sí se juegue. Sobre todo para Conmebol, pues, como está el panorama hoy, se disputarán dos fechas en octubre, dos en noviembre y cinco en 2021, que además tendrá una Copa América en el medio, y más larga de lo habitual. Quienes clasifiquen para semifinales de la Copa, afrontarán 12 partidos el año próximo. Los futbolistas que disputan Champions en Europa o Libertadores en Sudamérica pueden llegar a sumar 60 juegos en alrededor de diez meses.
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La Conmebol no quiere que se le caiga la Copa América, que genera 200 millones de dólares. Que si no la hace en 2021 ya se cancela definitivamente, pues es una edición injertada, de adecuación. Y las asociaciones no desean atrasar más el calendario pues podría verse afectado el sistema de disputa, que les garantiza nueve partidos de local (diez al que le toque el repechaje). Esos ingresos, por televisión esencialmente, les garantizan la supervivencia. Si para acortar la Eliminatoria debiera volverse al sistema de grupos -dos de tres y uno de cuatro, como hasta 1994- los derechos de TV se reducirían entre un 66 y un 78%. Tiemblan de solo pensarlo.
La pregunta es: ¿están dadas las condiciones sanitarias…? En Europa se juega normalmente desde hace meses. Inglaterra, Italia, Francia, España, Alemania fueron atacadas por el COVID con más virulencia que América, tienen decenas de miles de infectados y fallecidos, sin embargo se elaboró un protocolo y se han disputado centenares de partidos. Pudieron terminar las ligas, la Champions, comenzó la Liga de Naciones, la nueva temporada y nada sucedió, todo perfecto. Sin público, desde luego. Si se procede con responsabilidad, acatando las restricciones, no debería ser diferente acá de allá. El tema es si somos lo suficientemente serios para aplicarnos en la tarea. Poder, se puede.
Recordemos los partidos: el jueves 8 de octubre, Argentina-Ecuador, Brasil-Bolivia, Colombia-Venezuela, Paraguay-Perú y Uruguay-Chile. El martes 13 Bolivia-Argentina, Ecuador-Uruguay, Venezuela-Paraguay, Perú-Brasil, Chile-Colombia.
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La AFA dispuso en su hora el estadio de Boca para enfrentar a Ecuador con el objeto de que el aliento de la gente fuera determinante y arrancar esta vez con el pie derecho. Pero como dijo Bielsa la semana pasada antes de ir a jugar a Liverpool, “Anfield es Anfield con gente, sin gente es igual que cualquier cancha”. La Bombonera lo mismo, ofrecerá su esqueleto. La contra de Ecuador es que la postergación del juego permitirá que juegue Messi, pues prescribió su sanción al cumplirse un año. Y lo más importante: Gustavo Alfaro habrá visto videos hasta el hartazgo, sin embargo conocerá a los jugadores que convoque cinco días antes del partido, algo insólito e injustificable en esta época en que se planifica con tanta antelación. Argentina ya tiene su selección designada, la misma que jugó la última Copa América, todos sus integrantes actúan en Europa. Esto último es igual en el caso de Brasil, Uruguay, Colombia y Chile. Los cinco tienen técnicos estables hace tiempo y estos conocen de memoria a sus dirigidos. Para ellos será cuestión de refrescar conceptos. Sin duda, son los cinco en mejores condiciones para competir.
Paraguay es el que más tiempo lleva trabajando -tres meses- y, en Bolivia, César Farías cuenta con una mayoría de elementos del fútbol local; los tiene ahí y ha ensayado largamente con ellos, una vez los reunió 24 días.
Igual, habrá que esperar que empiece a rodar la pelota; hasta entonces será todo teoría, esto también. (O)