No tendrá el glamour de la Champions, que la superó en prestigio, calidad y repercusión universal, pero es lo que tenemos, lo que moviliza nuestro apetito futbolero entre semana: la entrañable Copa Libertadores, la gloria puertas adentro. La tradición es en el fútbol un ingrediente importantísimo, vital. Peñarol lleva treinta y tres años sin ser campeón, pero cuando uno dice Peñarol se pone de pie. Y cuando nombra al Santos hace una reverencia, y cuando escucha Independiente imagina sus hazañas, siete finales y siete coronas. Eso es la tradición, una parte indivisible del encanto de este deporte. Libertadores que, además, muestra una radiografía más o menos fiel de lo que cada país es futbolísticamente. Muestra los jugadores que tiene cada medio. O buena parte de ellos. Y que a Gustavo Alfaro, en este momento, le viene de perlas para observar jugadores.
La Copa postpandemia es toda una revelación por lo inesperada. Después de seis meses y monedas inactiva, volvió con especulación cero y sed de goles. Hasta el martes inclusive hubo 22 partidos y 80 goles, a un altísimo promedio de 3,64 por juego. ¡Aleluya…! Un fenómeno de progresión curioso se ha experimentado: en las tres fases previas se habían marcado apenas 62 goles en 30 encuentros (2,07 de media); en los primeros 32 cotejos de la fase de grupos disputados en marzo, 79 goles (2,47), y en esta reanudación definitivamente salió el gol en todo su esplendor. Claro, mucho tiene que ver la debilidad del campeón peruano, Deportivo Binacional, al que River le ganó 8 a 0 en Buenos Aires y 6 a 0 en Lima. Es la mayor diferencia de la historia a doble partido en sesenta años de Libertadores. Antes había sido un 14 a 1 en 1963, cuando Peñarol goleó al Everest 5-0 y 9-1.
En ese segmento de tradición incluimos a Barcelona SC, porque siempre lo ha dado todo en la Copa y ha escrito párrafos recordables. Duele que quede fuera en fase de grupos, sobre todo habiendo tenido un comienzo tan meritorio e ilusionante ante Progreso, Sporting Cristal y Cerro Porteño. Y que marche sin siquiera un punto, en lo que es su peor campaña en tantas décadas de alimentar la ilusión internacional de sus hinchas. Tuvo, hay que decirlo, la pésima suerte de caer en un grupo demasiado fuerte: los últimos campeones de Libertadores y Sudamericana y el Junior, el de mayor regularidad en el éxito dentro del fútbol colombiano desde 2017 para acá. Duro. Y podría ser triste si pierde los dos partidos que le restan, ambos de visita y ante rivales que se jugarán enteros por el pase a octavos.
Dolió verlo perder ante un Flamengo disminuido y emparchado a causa del coronavirus y las lesiones. Con las connotaciones del caso: venía de ser humillado el brasileño por Independiente del Valle. Entonces la derrota impactó más. Barcelona no mostró jerarquía ni rebeldía y eso es seguramente lo que más duele a su gente. Sin siquiera aristas para destacar. Seguramente a fin de año (ya queda poco) Barcelona intentará una significativa depuración de su plantel, tal vez en número, pero principalmente en nombres importantes, pues no generan el desnivel que se espera de ellos. Párrafo aparte: ¿cómo Barcelona dejó ir a Beder Caicedo, de fantástico nivel actualmente en Independiente del Valle…? ¿Le pesaba la camiseta amarilla…?
En segundo turno elegimos ver de nuevo al equipo de Miguel Ángel Ramírez, definido unánimemente por la prensa deportiva del continente como la sensación del torneo. Sin embargo, desdibujó su imagen ante el Junior, desde ya por la goleada en contra, pero también por la debacle defensiva, que ante rivales de envergadura se paga a precio vil. Carmelo Valencia (36 años y 2 meses de edad) le marcó un triplete, pero falló otros dos goles cantados, con lo cual la derrota pudo ser más abultada. No obstante, lo más reprobable de la actuación es que comenzó nuevamente jugando gran fútbol Independiente, pero fue hacer el gol y tirarse atrás, empezar a especular con el resultado. Resultó automático. Toda una sucesión de pases inocuos a los costados y en retroceso, desaconsejable en el fútbol actual pues se presiona mucho y se está expuesto permanentemente al error. Independiente sintió horrores las ausencias de Ángelo Preciado y Schunke, dos pilares defensivos. También se notó la ausencia del juvenil Moisés Caicedo, quien mostró cosas brillantes ante Flamengo. El 1-4 le debe haber dejado enseñanzas al técnico y a los jugadores sobre lo que no se debe hacer. La diferencia de gol le otorga una enorme ventaja a Independiente para pasar a segunda ronda, pero ahora deberá seguir con la guardia alta porque Flamengo lo emparejó y Junior revivió.
En cambio Liga dio un paso decisivo hacia su clasificación con el 4-2 sobre el São Paulo. Porque llegó a nueve puntos y tiene la posibilidad de sumar tres más con el endeble Binacional. Desde siempre, ganarle a equipos brasileños representa una satisfacción, por lo significa el fútbol del gigante amazónico y porque los clubes ecuatorianos se han acostumbrado a ganarles seguido. Aunque São Paulo no es medida para el futuro, hace años viene distanciado del éxito. Juega con la camiseta. En marzo perdió con Binacional, al que River goleó impiadosamente. Y esa derrota en la altura peruana le costará quedar afuera de las instancias finales.
River, que había arrancado muy mal frente a Liga en Quito, y Boca, que apenas empató con el Caracas en Venezuela en su debut a comienzos de año, ya se reacomodaron y dan señales de que otra vez estarán en la pelea. Queda ver cuáles brasileños le saldrán al cruce. ¿Palmeiras tal vez…? Nacional de Montevideo lleva puntaje perfecto (12 de 12) y se ilusiona. Liga e Independiente del Valle tienen con qué dar guerra y pueden prenderse. Y Junior es otro nombre a considerar. Todavía falta mucho, pero comienza a vislumbrarse un panorama. (D)