Si la carrera marcha contenida, vencerá Froome. Si la carrera se plantea como un concurso de escaladores, ganará Nairo Quintana. Si la carrera se descontrola, Contador será el campeón. Las opciones de Nibali, que las tiene, pasan por una hazaña o quizá por dos. Así se vislumbra el Tour desde el primer día de descanso, en vísperas de la montaña de los Pirineos: deliciosamente incierto.
Para que las expectativas se cumplan es necesario que los directores de Tinkoff, Movistar y Astana comprendan que el rival a batir es Froome, y por extensión el equipo Sky. Si Nairo vigila a Contador y este se empeña en el marcaje de Nibali (hagan la combinación que prefieran), el líder de la carrera ganará el Tour silbando. El axioma es de una obviedad aplastante: todo aquello que perjudica al maillot amarillo beneficia a sus perseguidores. Desde los coches cuesta entenderlo.
La clasificación por equipos es otra tentación para los directores mediocres, porque esa medalla no interesa a nadie. Para probarlo podríamos sortear un jamón entre aquellos aficionados que sepan decir quién ganó el pasado año y un Ferrari para quien acierte al vencedor de 2013. Lo más probable es que el Jabugo y el Testarrossa quedaran vacantes. Fueron Ag2r y Saxo.
Descartar objetivos menores y aceptar cuál es la posición de inicio resulta fundamental. Froome vencerá si no pasa nada extraordinario. Para evitarlo, la primera consigna es desgastar a su equipo, programar batallas de larga distancia. De otro modo, Sky conducirá la carrera hasta los últimos cinco kilómetros del puerto final y ese Tour ya lo hemos visto.
Quizá Froome disponga de las mejores piernas, pero no maneja la mejor cabeza. De ahí la importancia de aislarle y plantearle situaciones en las que tenga que pensar: qué hacer si salta Nibali, o Barguil, o Bardet, o Purito. Nairo es un personaje clave en la trama. El escalador más dotado está obligado a una estrategia plenamente ofensiva. Su rendimiento dependerá de cómo asimile la exigencia. No es lo mismo correr para ganar tiempo que para recortar dos minutos. Tampoco es lo mismo competir como ciclista revelación que hacerlo como candidato. Hace mucho calor bajo los focos.
La ventaja de Contador, tal vez la única, es que sabe ganar sin ser el más fuerte. El reto es demostrarlo otra vez, pero sin la ayuda de Basso. Alberto ya no es el mejor escalador, ni de los mejores contra el crono; sin embargo, es el mejor ciclista del pelotón, el peor enemigo, el más valiente. A su favor está que la pelea entre Froome y Nairo podría terminar como el combate de Rocky. En su favor juega que los puertos también hay que bajarlos. Así conquistó la Ruta del Sur: descolgando a Nairo en el descenso de Bales. Y así se jugarán no pocas etapas en este Tour. Mañana mismo, después de coronar el Tourmalet, restarán 37 sugerentes kilómetros hasta la meta en Cauterets.
Faltan dos semanas de extrema dureza, pero desde hoy y hasta el jueves se encadenan tres jornadas salvajes, con suficientes dificultades como para decidir la suerte de la carrera. Quien planee el asalto no puede esperar hasta el Alpe d’ Huez (penúltimo día). Debe comenzar esta misma tarde, ya.