Cuando Guillermo Rigondeaux tomó la decisión de desertar de Cuba, fue un balde de agua helada para la selección de su país, que veía en el peleador a uno de sus miembros más talentosos.
Pero en la mente del Chacal, el sacrificio valía la pena, soñaba con llevar su carrera al siguiente nivel y convertirse en el mejor peleador a escala internacional.
Con siete títulos nacionales, dos campeonatos mundiales amateur, dos oros olímpicos y con un récord superior a las 475 peleas (463 victorias y solo 12 derrotas), Rigondeaux se alza como uno de los boxeadores amateur más condecorados de la historia, pero como profesional nada salió como lo había planeado.
En el terreno de paga, los grandes nombres insisten en tenerlo a la seguridad de la distancia, y aunque algunos mencionan su nombre como posible rival, a la hora de las negociaciones está casi en el olvido.
La entrada de Rigondeaux al boxeo profesional inició con un intento de fuga fallido en 2007, que le dejó como saldo una total exclusión de la vida social, deportiva y laboral en su natal Cuba y aunque en algún momento fue el consentido del ex presidente Fidel Castro, tras su falta terminó encerrado en casa, con la promesa que se le asignarían tareas que jamás llegaron, y a sabiendas que no volverían a formar parte de una delegación cubana.
Guillermo no soportó el castigo por mucho tiempo.
Rigondeaux huyó a Miami en 2009, sin opciones en su panorama, con la intención de arrancar su carrera lo más pronto posible y triunfar, tal como se lo habían prometido, pero el marcado estilo cubano, lleno de técnica y defensa, que en un momento lo llevó al estrellato, se convirtió en su peor enemigo.
“Con Rigondeaux, tengo un problema y realmente no puedes culpar a las televisoras, las cifras que generan otros peleadores son de casi el doble de las que tiene. ¡La gente se salió de la arena mientras peleaba! Si la gente no quiere ver, ¿qué se puede esperar de una televisora? No me importa lo bueno que es, eso no lo estoy poniendo en duda”, señaló el empresario Bob Arum, quien fuera su promotor y que durante el breve lapso en el que trabajaron juntos no logró convencer a las cadenas para que apostaran por el isleño y terminó por rescindirle el contrato.
Aun así, El Chacal abrió camino y para su novena pelea se proclamó monarca supergallo de la Asociación Mundial de Boxeo, a la que más tarde sumó el supercampeonato y después la diadema de la Organización Mundial de Boxeo, que terminaron quitándole por falta de actividad, porque la escasez de rivales lo llevó a que se estancara de nuevo.
Su dominio sobre campeones como el fi lipino Nonito Donaire y el ghanés Joseph Agbeko, los dos nombres más fuertes a los que ha enfrentado hasta ahora, en lugar que le atrajeran refl ectores, lo sumieron en un limbo y tuvo que recurrir a poco conocidos como Anusorn Yotjan, Hisashi Amagasa o James Dickens para evitar que la inactividad lo tomara como rehén.
BUSCA RIVALES
Reacio a cambiar su estilo para recibir mayor respuesta de los fanáticos, Rigondeaux se asentó aun más en su técnica, porque al fi nal del día “soy campeón y eso me funciona bien, no pueden con mi estilo”, pero el que peleadores como Shinsuke Yamanaka, Jessie Magdaleno, Leo Santa Cruz, Carl Frampton, Ábner Mares o Gary Russell prefirieran apostar por rivales que generan más dinero, lo hizo cambiar de opinión.
“Algunos dicen que no soy entretenido, pero no es mi culpa que una vez que mis oponentes sienten mi poder, comienzan a correr y dejan de tirar golpes, pero voy a dar a los fanáticos lo que quieren, para mi siguiente combate voy a estar en el medio del ring, para ofrecer un espectáculo y si es necesario corretearé a mi rival”, dijo el cubano, quien en ocho años tiene una foja de 17-0, con 11 victorias por la vía corta.
El Chacal está anunciado para regresar al ring el 17 de julio, en la pelea de apoyo a la revancha entre el estadunidense Andre Ward y el ruso Sergey Kovalev, dispuesto a demostrar su nueva faceta y a ofrecer pruebas reales de su estatus como uno de los diez mejores peleadores del momento, en rankings de peso internacional.
“Solo quiero agradecer a Moisés Flores por tener el coraje de subir al ring conmigo y aceptar el reto, a diferencia de otros grandes boxeadores en la división”, reconoció el cubano, que ha aprendido a lidiar con la frustración de no desplegar todas sus habilidades, porque para su desgracia es demasiado bueno.