Saúl Álvarez es el único boxeador mexicano que ocupa un puesto entre los 10 mejores libra por libra del momento y está dispuesto a arriesgar ese lugar y las peleas que tiene en el horizonte, a fin de ganar el reconocimiento que cree que se le ha negado.
Julio César Chávez Carrasco es para Canelo el rival ideal para lograr sus metas, pues aunque no exista un título mundial sobre la línea, sumar a su récord el apellido de mayor trascendencia en el boxeo tricolor, le suena interesante.
"Chávez es un rival más, a todos los que he enfrentado les he querido arrancar la cabeza, vencerlos, noquear, pero la rivalidad me dio una extra de motivación; los títulos son importantes, pero esta pelea va más allá, es por honor, orgullo, e historia", dijo el tapatío, que aseguró no odiar a su contraparte.
Pero el camino para llegar a este lugar no fue sencillo, sobre todo por el cambio de división.
Luego de descartar al kazajo Gennady Golovkin, Canelo vio en el hijo de la leyenda la oportunidad de mandar un mensaje, aunque tendrá que subir casi seis kilos para marcar el límite.
"Es un tipo que no sostiene lo que dice, no es un modelo para los niños; empecé desde abajo, y con mi disciplina, habilidades y talento sé que los conocedores estarán de mi lado", sentenció el tapatío sobre una rivalidad que inició con el rechazo del sinaloense para pelear hace 10 años, cuando las condiciones lo favorecían.
Acompañado por sus entrenadores, José y Eddy Reynoso, el pelirrojo encara un duelo donde arriesga más que en otro, porque una derrota ante alguien que vivió cinco años de altibajos sería desastrosa.
"Me da gusto saber que Julio está entrenando duro, que va bien y está motivado, garantiza que la gente verá una gran pelea", afirmó Canelo, quien lleva 11 años como profesional.