Muhammad Ali fue tan grande que puede noquear teorías científicas, porque aunque la ciencia dicta que el aguijón de una abeja muere poco tiempo después de desprenderse, el ex boxeador de Louisville dejó uno que a un año de su fallecimiento punza con un mensaje que no caduca.
El boxeador más importante de la historia expiró hace un año, producto de un shock séptico en Arizona, pero su lucha contra del racismo sigue vigente a 57 años que ese joven de apenas 18, que en aquel entonces respondía al nombre de Cassius Marcellus Clay levantara la voz con autoridad, para provocar que propios y extraños notaran su existencia.
Como campeón mundial de la máxima categoría en el boxeo, aprovechó su posición, ayudándose de su personalidad cargada de fuerza y energía, complementada con una labia que acaparaba al oído más quisquilloso, para cambiar el rumbo de muchas vidas, convirtiéndose en icono, figura y ejemplo no solo de los que lo conocieron, también de deportistas y fanáticos de ayer y hoy que lo ven como una mariposa, libre de la enfermedad que lo condenó a una silla de ruedas y al silencio en los últimos años de su vida, a causa del Parkinson.
Orgulloso de su raza y extrovertido de los cabellos a la punta de los pies, Ali se hizo notar desde un principio, primero al conquistar la medalla de oro en los Olímpicos de Roma 1960, pero continuó cautivando, sin importar que sus críticas le significaran dejar en pausa su carrera, justo en el mejor momento y plantarse firme frente al Estado, circunstancia que lo llevó a perder el título mundial, aunque dejó una huella profunda en la lucha por la igualdad.
A casi 60 años que tomó la decisión de ser una de las caras, junto a Malcolm X, Martin Luther King y Quincy Jones, que hablara a favor de miles de personas que vivieron en carne propia la desigualdad, el deporte aún sufre de algunos embates racistas que lo atacan, pero ya no hay un Muhammad Ali.
POCOS CAMBIOS
No hay ni un personaje deportivo, político o social que tenga el eco que logró el boxeador, quien a pesar de su tamaño logró hipnotizar no solo a los que lo vieron pelear en vivo, también a aquellos que lo conocieron solo por los videos.
Casos como el de LeBron James en la NBA, Adam Jones en a Grandes Ligas, Paul Pogba en el futbol inglés, e incluso Darwin Quintero en la Liga mexicana de futbol aparecen, y aunque cada uno en su trinchera colabora con las medidas que toma su deporte para evitar ese tipo de situaciones, aún no se pueden erradicar.
“No importa cómo eres, no importa cuánto dinero tengas, ni lo famoso que seas, no importa cuántas personas te admiren, es difícil ser negro en Estados Unidos, y nos queda un largo camino por recorrer a todos, como sociedad y como afroamericanos, hasta que nos sintamos iguales”, reconoció hace unos días LeBron James, quien observó cómo su casa en Los Ángeles fue pintada con insultos racistas.
El mensaje de Ali no quedó huérfano, porque así como planeó detalle a detalle cómo y dónde sería su funeral, Muhammad procuró que sus seres más allegados buscaran la forma de hacer que lo que hizo y que no pasara al olvido.
Una de esas personas es Lonnie, su viuda, quien desde el Muhammad Ali Center en Louisville, ha procurado seguir con el trabajo que inició El Más Grande hace casi seis décadas.
“De alguna manera sabía que Muhammad pertenecía al mundo, sé que estaría fascinado de ver cómo gente ha salido a las calles a ayudar en su honor“, dijo Lonnie.
La viuda promete seguir con el trabajo humanitario, en busca de mantener a la persona que amó durante gran parte de su vida y que dejó una huella imborrable en la mente de millones.