Después de tres días de solazo en la Bahía de San Francisco, un aguacero apocalíptico recibió a la expedición de la NBA en el regreso a Cleveland. Las cosas de viajar de Oeste a Este y, quién sabe, quizá una metáfora del ambiente anticlimático que acompaña en la vuelta a casa a unos Cavaliers que han pasado de jugar el cuarto partido en su Quicken Loans Arena para poner un 1-3 que jamás se ha remontado en una final a hacerlo con un 3-2 en contra que les obliga a ganar para evitar que los Warriors sean campeones por primera vez desde 1975. Bajo semejante cortina de agua apenas se distingue la parafernalia cavalier que tiñe la ciudad ni desde luego se percibe esa energía eléctrica que recorría sus calles hace una semana. Hasta la prensa local tuerce el gesto (“A los combatientes se les acaba la gasolina”, tituló el Cleveland Plain Dealer tras el quinto partido) mientras la radio de Oakland nos despedía con bromas sobre Dellavedova, días antes enemigo público número uno: “Parece que juega con un balón medicinal”. Los Warriors, todo apunta en esa dirección, tienen la final en la mano. Ahora les queda ganarla, el último paso y muchas veces el más complicado.
Los Cavs se aferran a su pista y a LeBron James para forzar la ruleta rusa del séptimo partido, algo que seguramente vería con buenos ojos ABC, que está teniendo sus mejores datos de audiencia desde que emite las finales (2003). Las cifras se remiten de hecho a los tiempos de los Bulls de Michael Jordan porque hasta en eso se acercan a aquel equipo estos Warriors que pueden dejar a LeBron con un balance de 2-4 en seis finales jugadas. Seis, como el propio Jordan (6-0) y sólo una menos que Kobe Bryant (5-2). Si pierde, esas cuatro derrotas alimentarán a sus incansables detractores, pero no será esta final 2015 un lunar en la carrera de LeBron pase lo que pase. De hecho, sólo aquella desaparición en 2011 ante los Mavericks debería serlo. Especialmente solo y heroico en el quinto partido, promedia en la final 36,6 puntos, 12,4 rebotes y 8,8 asistencias. Desde 1955 ha habido en la lucha por el título seis triples-dobles con al menos 30 puntos anotados. Tres los ha firmado LeBron, otros tres… todos los demás. En una especie de versión de ‘Salvar al soldado LeBron’, el alero-base-ala pívot-pívot participó con sus puntos o asistencias en el 81% de la anotación de su equipo en ese último duelo y ha metido el 39,4% de los puntos de los Cavs en la final. En ese ritmo superará el 38,4% de Michael Jordan para los Bulls en 1993. Sus partidos han sido tan descomunales que han provocado un doble efecto: por un lado en las casas de apuestas de Las Vegas los Cavaliers parten ya como favoritos al título… de 2016. Por otro, se debate si LeBron debería ser MVP aunque no gane el anillo. Casi, casi lo nunca visto: sólo ha pasado una vez en cada una de las grandes ligas. En la NBA lo ganó Jerry West en 1969 aunque los Lakers perdieron en siete partidos contra los Celtics de Bill Russell.
Lo que no ha provocado es que su equipo tenga a tiro de victoria este título de 2015. Para eso necesita ganar hoy ante unos Warriors que prosperan tras su cortocircuito de los tres primeros partidos. Con una rotación efectiva de apenas siete jugadores, esa falta de oxígeno a la que se refiere la prensa de Ohio es real. Y será un problema mayor en un partido que se juega menos de 46 horas después de acabar el anterior y con viaje de casi cinco entre ambos. En los últimos cuartos de los dos últimos partidos (del 1-2 al 3-2) los Warriors han sumado un parcial de 58-36. En los cinco minutos finales del quinto, 19 puntos y 5/8 en tiro para los californianos, 7 y 2/10 para los Cavs, a los que la falta de personal afecta por agotamiento pero también por falta de soluciones. Blatt tiene lo que tiene y con esas escasas cartas juega la partida. Si JR Smith se convierte en un vórtice de negatividad, no hay alternativa viable en el banquillo. Tampoco a un Dellavedova en regresión hacia su formato real o a ese Shumpert que, con el hombro tocado, no puede aportar lo mínimo en ataque para validar su excelente esfuerzo defensivo sobre Klay Thompson. Mientras, Kerr va sacando quintetos de mil formas y tamaños y obteniendo aportación de casi todos, el último un Barbosa cuyos 13 puntos con sólo un tiro fallado pasaron demasiado desapercibidos en los análisis del partido del domingo.
De los Warriors sólo se puede esperar más de lo mismo ahora que han dado con la tecla y que parecen ir a más a medida que avanza la final, justo desde que se vieron veinte puntos por detrás en el tercer partido. Es un equipo descomunal en el que el mismo Bogut que fue clave en la remontada a los Grizzlies ha desaparecido de la rotación en este vuelco de la final, veremos si definitivo. Con Draymond Green como pívot híper móvil, ha vuelto el juego al galope, un ritmo que deja atrás a su castigado rival: 18-3 en puntos en transición hace dos días. Green, feliz en ese rol, suma un +193 a favor de su equipo en sus minutos en pista durante los playoffs, cerca del +213 de Kobe Bryant en 2001 que es la mejor cifra de este siglo. Blatt ha buscado soluciones a esa guerra de bajitos con quintetos plagados de tiradores que han reducido el impacto de Tristan Thompson y de un Mozgov que, perdido sin una referencia a la que atacar y defender, desapareció del mapa en Oakland tras su gran cuarto partido. La última baza es que LeBron esté siempre en pista y coincidan lo más posible Shumpert y JR Smith, por si empiezan a entrarles los tiros (29% hasta ahora entre los dos). Mientras, Kerr perfecciona un equilibrio defensivo cada vez más productivo entre las trampas y ayudas que presionan a LeBron y las coberturas para evitar tiros abiertos de sus compañeros.
Por encima de Klay Thompson y del propio Green, Iguodala se ha convertido en el factor X de la final. Juega mucho más que en Regular Season y sus números no sólo no se resienten sino que mejoran. Tira casi el doble que en temporada y ha cambiado un 36% de acierto por casi un 48. En defensa uno contra uno tiene a sus pares (casi siempre LeBron) en menos del 16%. Los Cavaliers trataron a la desesperada de sacar partido a sus problemas desde la línea de personal en el tramo final del último partido (1/6 en tres posesiones seguidas), una estrategia que quizá adelanten hoy si las cosas se tuercen pronto. Y mientras, Curry ha ido situándose en la final hasta su eclosión del último cuarto jugado, en el que metió 17 puntos con tres triples ante los que LeBron dijo que sólo podía “quitarse el sombrero”. En realidad, su 2/15 desde la línea de tres en el segundo encuentro magnificó sus malas sensaciones y sacó de quicio la valoración defensiva de Dellavedova. En los últimos tres partidos, el MVP ha firmado un alucinante 18/33.
Con todo en contra, a los Cavaliers sólo les queda agarrarse al último rugido de LeBron James para llevar la final a ese vórtice de histeria que sería el séptimo partido (si se llega, viernes en Oakland). Cualquier medida por desesperada que parezca tiene que probarse hoy ante un rival que hará básicamente lo mismo que en los últimos dos partidos y que saltará a la pista con la confianza por las nubes, el colchón del factor cancha y la ventaja que le da su superioridad de piernas y fuerzas tras casi dos agotadoras semanas de final. Si los Cavaliers ganan, la leyenda de LeBron avanzará hacia su (por ahora) última frontera. Si lo hacen los Warriors la temporada 2014-15 habrá terminado con el triunfo de una idea maravillosa de entender el baloncesto. A priori, las dos posibilidades suenan grandiosas…