El retorno de Kiko Martínez a las grandes ligas del boxeo duró un suspiro. Lo que tardó Scott Quigg en conectar un upper de derecha al inicio del segundo round y tirarlo al suelo en el impresionante Manchester Arena, ante más de 20.000 espectadores, delante de campeones como Carl Froch y Amir Khan y con la voz de Michael Buffer en las presentaciones. Un marco de ensueño en el que vivió una pesadilla.
El de Torrellano se levantó mientras su vista se nublaba, y con ello la posibilidad de proclamarse campeón mundial del supergallo de la AMB. Quigg se fue a por él, Kiko no consiguió trabarlo, volvió a cazarle y el árbitro paró el combate (KOT).
El de Torrellano que había perdido el cetro mundial del supergallo de la IBF en septiembre en Belfast frente a Carl Frampton, salió con mucho brío para enfriar al ídolo local y a la grada. El primer round fue claramente suyo. Tomó el centro y lanzó manos con criterio. Pero en el segundo, Kiko, que cambió en la esquina a Gabi Sarmiento por Matías González, pensó más en conectar que en taparse y se comió lo que fue casi el primer golpe que lanzó Quigg, que se mantiene invicto (31-0) con 26 años y que ahora podrá aspirar a medirse al supercampeón cubano Guillermo Rigondeaux.
Kiko, que sopesó bajar al peso gallo, decidió aceptar el reto de volver a Inglaterra, donde tiene un gran cartel, para pelear a un púgil que apunta hacia arriba como Quigg. Una decisión valiente que acabó con el segundo KO en su carrera (32-6), más doloroso por la forma que el que sufrió contra Frampton.