El equipo español de sincro, que llegó a Kazán el pasado domingo, debutará mañana en el Mundial más difícil de los últimos 12 años. Desde que lograrán en Barcelona 2003 colarse en el podio internacional, las sirenas españolas se han acostumbrado al caviar, ya sea de oro, plata o bronce, un privilegio que han ido perdiendo, casualmente, desde Barcelona 2013. Ona Carbonell emerge como la baza más sólida del tierno equipo español: apenas cuatro de las 12 componentes de la delegación estuvieron en los Juegos de Londres 2012.
“Llegar es difícil, pero mantenerse más. El equipo ha sufrido en dos años un cambio generacional importante y nuestros rivales son ahora más sólidos. Competir con ellos es difícil, pero la cantera es buena. Cuando suba la media de edad, irá mejor”, afirma la solista española, que vivirá unos campeonatos especiales y más descansados. Por primera vez, la capitana no nadará las pruebas de equipo ni combo y únicamente se centrará en el solo y el dúo. “Lo decidimos junto con el equipo técnico. Llevaba muchos años haciéndolo y es un desgaste físico y mental importante. El año que viene es clave”, afirma Carbonell sobre un asunto que levantó polvo en el seno del equipo. “¡Claro que sin Ona perdemos potencial! Pero es lo que se ha decidido entre ella y el cuerpo técnico”, cierra filas Esther Jaumà, la seleccionadora.
Ona ha “crecido mediáticamente” en este 2015, lo que le ha impedido avanzar en su carrera de Diseño (“me quedan dos asignaturas de 3º y todo 4º”). Aun así, ha ideado, junto con el equipo de trabajo de ESDI, seis de los ocho bañadores que lucirá España en este Mundial. Ona repetirá la misma coreografía de solo libre que nadó en el Europeo, compleja en figuras y capacidad, e innovará con un tema “cañero” en la rutina técnica. Es en esas dos pruebas en las que apunta al bronce, por detrás de Ischenko y Romashina (que alternarán en Rusia) y de la china Xeuhen Huang. Es posible que esos sean los únicos metales de la sincro. “Es un momento difícil. Hace años que no lo vivíamos”, cierra Ona.