El Querétaro soportó estoico el poderoso oleaje del Atlas de Matosas, anárquico y blandengue, gracias al heroísmo de Thiago Volpi. El portero brasileño fue un fortín impenetrable; sus manos vigorosas sostuvieron a un equipo puntiagudo, sabio al recluirse, asesino al atacar. Mucho trecho por delante para el Atlas, 64 años, para ser precisos, más largas sesiones con el diván y el pizarrón. A Querétaro la vida le pinta mejor, azul celeste, de hecho.
El Atlas es el párvulo impetuoso al que le falta disciplina para ser el mejor de la clase. El Querétaro es más marcial: solidario y letal. El partido fue, en inicio, una discusión sin ton ni son. Paridad total. El zapatazo ajustado al palo derecho de 'Tito' Villa rompió la tensión. Minutos después, el mismo ‘Tito’ ensayó una chilena que lo hubiera encumbrado en el imaginario colectivopor los siglos de los siglos y le hubiera conferido protagonizar entradillas noticiosas por todo el mundo. Lo mejor de reseñar hazañas nunca acontecidas es imaginarse qué tan grandiosas hubieran sido. Atlas acusó el golpe y dejó que el Querétaro dominara a plenitud. Total, no había feligresía en las gradas que le recriminase.
Atlas espabiló al segundo tiempo y sitió al Querétaro. La caligrafía de Vucetich, debía ser. Persistió con valentía y serenidad, como si gozara hacerlo. Casi le sale el tiro por la culata. Y cuando el fuego empezaba a abrazarle, apareció Thiago Volpi para apagarlo. Una, dos, tres. Un disparo alto, al ángulo superior derecho; uno por los suelos, un proyectil desgarrando el césped, otro repeliendo el cuero hacia un costado. Superhombre, Volpi. Tranquilizado por la bravura de su guardameta, el Querétaro se quitó el corsé y optó por dar el tiro de gracia. Sanvezzo recibió el borde del área y su disparó inmoló las palmas de Pinto. Querétaro pinta celeste y el Atlas más negro que rojo. Por ahora.