México se quedó a las puertas de repetir la medalla de oro en los Juegos Panamericanos. La selección de Raúl Gutiérrez sucumbió ante un sólido equipo uruguayo que apeló al orden y la eficacia para neutralizar el ímpetu de los mexicanos, muy atrabancados, más espesos, y muy poco eficaces.
El partido comenzó muy parejo, con el accionar instalado en medio campo. Muy pronto, al minuto 11 llegó la jugada definitiva: Brian Lozano golpeó un tiro libre por fuera de la barrera, el balón botó en el área chica y se coló a media altura, muy ajustado, a pesar de la estirada del arquero mexicano Manuel Lajud. Los pupilos de "El Potro", de los cuales sólo Espericueta y Bueno repetían de la final sub-17 en 2011, acusaron el golpe y no volvieron a encontrar la brújula; el juego pasó a ser gobernado enteramente por los uruguayos, comandados por Coito, mismo entrenador de aquella final en el Azteca hace cuatro años.
Al segundo tiempo se sucedieron opciones para ambos a partir de jugadas a balón parado. Al ’63, Marín falló tras una serie de rebotes en el área, la pelota le quedó muy pegada al cuerpo. Fue la ocasión más clara de México en todo el partido. Uruguay también tuvo su posibilidad para incrementar la diferencia, cuando Schettino, sólo y de frente a Lajud, mandó su disparo muy por encima del arco. Ignacio González también pudo sentenciar todo, pero su tiro raso, cuando se internaba al área con balón controlado por la izquierda, fue rechazado por Lajud. No hubo mucho más. Uruguay se dedicó a controlar el balón, con mucho oficio, y los tricolores (hoy de negro) jamás encontraron su juego de conjunto. Los charrúas terminaron por colgarse el oro y para México es el colofón a un verano infumable, sin título ni mención honorífica alguna.