El espíritu de superación de los nadadores es difícil de hallar en otros deportes. Héctor Ruiz y Antonio Arroyo son un ejemplo de las dificultades y la mentalidad de hierro de estos atletas del agua. Sobre todo el primero, quien reconoció después de la prueba de 10 kilómetros en aguas abiertas, en la que finalizó en la posición 58, que “únicamente me encontré a gusto en la primera recta. Luego, no supe que ritmo coger ni estuve cómodo”. Aún le quedaban más de nueve kilómetros por delante…
Si Ruiz no encuentra explicación (“llegaba en mi mejor momento, pero no me encontré en la prueba”), Arroyo, en cambio, empezó fuerte pero le pesó el ritmo a partir de los últimos cinco kilómetros. “La gente empieza a apretar y te vas quedando, los brazos se te agarrotan y los últimos kilómetros comienzan a ser duros”, reconoció, antes de asegurar que “el agua estaba muy sucia. No le veía los pies ni al de delante”, mientras se sacudía una rugosidad de color verde oscuro del abdomen.
“Entreno con Vergnoux y nuestra preparación es principalmente para el 1.500 de piscina. Este año he nadado una prueba de la Copa del Mundo de Setúbal y de la Copa de Europa. Falta preparación quizás para este tipo de pruebas”, reconoció el nadador del Atlètic-Barceloneta, quien definió la carrera “más limpia que la del 5, aunque también hubo golpes”.
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