Será una fiesta. El invitado es uno de los grandes del fútbol sudamericano, con su plantel completo. El anfitrión es un equipo mexicano que se ha metido en la final haciendo buen fútbol y gracias a sus rimbombantes refuerzos internacionales. Y estará acompañado por 45 mil aficionados mexicanos que esperan que su equipo dé el primer gran paso para llevarse la copa que ha sido tan esquiva para los cuadros norteamericanos.
Las entradas ya se agotaron y, teniendo en cuenta que ambos equipos pactaron que no habría hinchada visitante en ninguno de los campos, la afición será enteramente mexicana, completamente amarilla. La tensión del partido ha hecho que los técnicos no confirmen aún las alineaciones titulares. Pero no se esperan mayores sorpresas. Seguramente Gignac será el delantero de área de Tigres y Mora el arma ofensiva más importante de River. Barovero, capitán de los argentinos, ya ha dicho que estos partidos “se juegan más con la cabeza con el corazón”.
Difícil tarea la de los jugadores: el corazón latirá a mil por hora, al compás del pulso de los miles de aficionados que sufrirán cada segundo del partido. Mañana comienza a cerrarse el campeonato más importante de clubes de América. Argentinos y mexicanos esperan, y todo el pueblo latinoamericano también.