Un león ruge sobre los puntos cardinales mientras el samurái mira hacia el suelo con su katana escondida, esperando. La bestia aparece tatuada sobre el pecho de Lewis Hamilton, el guerrero japonés en la espalda de Fernando Alonso. Ambos parecen llevar este año dos palabras como cicatrices: victoria para el inglés, paciencia en el español.
Y es que los dos grandes acontecimientos del año son el dominio del piloto de Mercedes y la situación en la que se encuentra el de McLaren. Lewis es líder al llegar el parón veraniego con 21 puntos sobre su compañero Nico Rosberg, ha logrado nueve poles y cinco victorias. Es el máximo favorito para repetir título y sería el tercero. Fernando sufrió un terrible accidente en una pretemporada en la que apenas pudo rodar, se perdió la primera carrera, lleva cinco abandonos y solo ha puntuado en las dos últimas carreras. Sin embargo su actuación en Hungría y las evoluciones que se esperan para la segunda parte de la temporada le permiten al menos ver la luz al final de un túnel mucho más largo y oscuro de lo que parecía. Mucho más.
Destacable la mejoría notable de Ferrari esta temporada con ocho podios, dos victorias y dos vueltas rápidas con Vettel como nuevo redentor rojo, la escasa competitividad de los motores Renault que lastran a Red Bull y Toro Rosso y la poca regularidad de los Williams. Pero la F-1 este año sobre todo está pendiente de dos pilotos: Hamiton y Alonso, el león que ruge y el samurái paciente.