Ni el partido 100 de Messi con Argentina ni la reivindicación de Higuaín ni las centelladas de Di María permitieron ver más allá de un encuentro discreto en el que los de Martino lograron el objetivo de pasar como primeros y Jamaica el suyo de no salir goleado. Como sucede en días con tanta desigualdad sobre el campo, el gol con el que el gran favorito allana el camino desfiguró un choque que sólo con el paso de los minutos y un hipotético empate hubiera podido hacerse interesante.
Argentina bajó lógicamente las revoluciones con la ventaja y pese a ello pudo golear. No necesitó más que jugar a medio gas para administrar el botín que le hacía líder de grupo, su meta además de evitar tarjetas y lesiones. Otra ley no escrita de este tipo de encuentros es que quien más destaca y más lo intenta es el que se sabe suplente. Ocurrió esta vez con Higuaín. Al delantero centro del Nápoles le ha adelantado por la derecha Agüero y no le queda otra que aprovechar estos minutos para tratar de recuperar su jerarquía.
Lo cierto es que su ímpetu, junto a la energía inagotable de Di María, fue lo mejor de una Argentina perezosa. El gol llegó precisamente tras una jugada entre ambos. Messi abrió a la izquierda en su acción favorita y el centro de Di María lo resolvió con maestría Higuaín al revolverse. Es curioso lo del Pipa, que parece más cómodo cuando el área es un bosque de piernas que cuando es un desierto. Necesita defensas alrededor, hacer del fútbol rugby.
Se reflejó poco después, cuando, esta vez completamente solo, trató de colocar la pelota por encima del portero y la impactó en el travesaño. Para entonces ya había quedado claro que las piernas las ponía Di María y la ideas Messi. El flaco estuvo incisivo pero sin puntería, hasta el punto de fallar un mano a mano cuando había recorrido todo el campo esquivando jamaicanos. De Messi convendría decir lo contrario. Quiso participar cuanto pudo, de hecho lo hizo incrustándose por el medio, pero sus buenas intenciones apenas tuvieron un tiro desde lejos que se marchó fuera como elemento de brillantez.
A todo esto Di María seguía intentándolo, primero topándose con el portero Miller y luego con el larguero. Su adrenalina no contagió al resto, sin embargo, y Argentina chocó una y otra vez con la poblada defensa de Jamaica, conformada por dos líneas de robustos zagueros que casi fueron una pared. Messi necesitaba divertirse pero no había cómo, pues la situación del partido y la superpoblación de defensas de Jamaica dejaban poco lugar a sus genialidades. Martino metió gas con Pereyra y Tévez pero ni con esas hubo manera de levantar un partido condicionado por las circunstancias, que invitaron desde el inicio a una lógica relajación argentina ante la debilidad del rival y el beneficio del resultado. Otra vez será cuando Messi y Argentina brillen. Más allá, desde luego, de un partido 100 como para olvidar.