Al fin ha llegado el día. Tras incomprensibles meses de, primero, investigación y, después, proceso de sanciones y apelación, la NFL y Tom Brady se han sentado juntos para dilucidar el final del escándalo Deflategate. Aquellos que piensan que la liga ha medido los tiempos para que el asunto ocupe titulares a lo largo y ancho de la offseason tienen más material con el que calentar su hoguera.
Los New England Patriots fueron acusados por los Indianapolis Colts, en la final de la AFC de la pasada temporada, de usar balones con un inflado por debajo del límite legal. La NFL encargó a Ted Wells que investigase el tema. Este llegó a la conclusión de que, efectivamente, los balones estaban desinflados y que Tom Brady "mas probable que no" había sido el instigador de la ilegalidad. Roger Goodell, comisionado de la liga, impuso a los New England Patriots una sanción de un millón de dólares, más una primera ronda del draft 2016 y una cuarta del 2017, y a Tom Brady le castigó con cuatro partidos sin jugar. El equipo aceptó la sanción. El jugador recurrió.
Y, hoy, Tom Brady y sus abogados han llegado a la sede de la liga en Nueva York para presentar su caso ante Goodell. Por fin. Hay que recordar que el QB no ha dicho esta boca es mía durante todo el escándalo, sin duda aconsejado por sus abogados. Lo que, en un principio, podría entenderse como un error de relaciones públicas, lo cierto es que en esta época de inmediatez y masividad de opiniones vertidas en redes sociales, el aparecer distante y frío le ha hecho más bien que mal a su figura en todo este asunto.
Lo que Brady ha expuesto a Goodell es que en modo alguno ha existido si quiera un caso Deflategate. No ha usado sus armas para salvar su pellejo sino que ha planteado un recurso global al informe Wells como base errónea para juzgarle. Según el grupo de Brady, el informe es tendencioso, incompleto y carece del contexto "footballístico" necesario como para ser tenido en cuenta. Además, usará antecedentes en casos similares de tratamiento de balones por otros QBs para solicitar la retirada de los cuatro partidos de suspensión.
Es más, y según ha informado el más famoso insider de la NFL, Adam Schefter de la NFL, el grupo de Brady no aceptará ningún término medio: o es exonerado por completo y se retiran todos los partidos de sanción, o acudirá a los tribunales, lo que sería un grave perjuicio para la imagen de la NFL y para la autoridad de Goodell.
Esta hipótesis, que el comisionado le quite la sanción, es poco menos que inimaginable. Las especulaciones más optimistas hablan de una rebaja a dos partidos de sanción, y las más realistas a un mantenimiento de los cuatro encuentros.
El proceso de debate en sí no se alargará mucho más. Goodell habría tratado de imponer un límite de cuatro horas para la sesión, con el objetivo de preguntar cosas muy concretas a Brady y no divagar sobre la validez global del informe Wells. Luego, sin fecha definida pero no en un periodo menor de un par de semanas, daría su veredicto final.
La inmensa mayoría de fans de la NFL están deseando que eso sea así. Para bien o para mal, es necesario que se ponga el punto final a un escándalo que se ha inflado hasta límites que exceden cualquier tipo de lógica.