Sin Neymar pero con Robinho, sin la magia del uno pero con la aureola del otro, Brasil deberá cambiar de cara y ser un equipo más alegre si quiere salvar un escollo tan duro como siempre es Paraguay. El carrusel de cambios de Dunga ante Venezuela en el último partido de la fase de grupos define su naturaleza como técnico, la misma que tuvo como jugador. No quiere fisuras defensivas el entrenador brasileño, antes las prefiere en ataque, y la entrada de David Luiz y Marquinhos por Willian y Robinho reflejó su obsesión por defender un 2-0 que curiosamente acabó en 2-1.
A Dunga se le han pedido resultados inmediatos y la única manera que él conoce para lograrlos es esta. El jogo bonito, aquella etiqueta añeja y caduca del fútbol brasileño, es más historia que nunca con él en el banquillo. De momento, eso sí, en los 13 partidos que lleva en el cargo ganó 12 y perdió solamente uno. El camino parece el correcto. Sin embargo, de todos los encuentros antes jugados —la mayoría amistosos— ninguno le exigió tanto en ataque como el hoy de cuartos de la Copa América ante Paraguay.
Sin Neymar. Los guaraníes no esconden su deseo de cerrarse bien atrás y buscar que la moneda les salga de cara en los penaltis. Les favorece que no haya prórroga, directamente la tanda, para forzar una situación que ya les hizo triunfar hace cuatro años también ante los brasileños. Con las bajas de los titulares Samudio, Ortiz y Ortigoza su tendencia defensiva se hará todavía más patente.
A Brasil la ausencia de Neymar le arrebata muchas llaves con las que abrir candados. El abrelatas será Robinho, recuperado para la causa por Dunga, junto a Willian y Coutinho en la línea de mediapuntas. La realidad es que con Robinho y sin Neymar se vio una Brasil más asociativa, más dinámica con el balón, más en la línea que necesita para derribar muros.
Juega Brasil contra una Paraguay rocosa, contra el fantasma que supuso hace cuatro años su eliminación en esta misma ronda y ante este mismo rival, pero sobre todo juega Brasil contra sí misma, la que prioriza el empaque al fútbol, la solidez al juego. Hoy con eso no vale.
Revancha de la eliminación brasileña en 2011
Paraguay fue el verdugo de Brasil en cuartos de final de la última edición, hace cuatro años en Argentina. El equipo que por aquel entonces dirigía el Tata Martino se impuso por penaltis después de un partido durísimo y en el que la defensa paraguaya se impuso claramente al ataque brasileño. Justo Villar, que hoy volverá a ser el portero que defienda la portería de Paraguay, hizo siete intervenciones magníficas durante el tiempo reglamentario y después se convirtió en el héroe de su país en la tanda de penaltis. Este objetivo es el que vuelve a buscar Paraguay, con el agravante de que esta vez, a diferencia de entonces, no habrá prórroga, sino directamente penaltis.
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