El VAR llegó, después de muchas polémicas, para tratar de reducir el margen de equivocaciones en los referatos. Como una ayuda para los referís para brindar mayor justicia. Lo ocurrido en el estadio de Lanús en la semifinal de la Copa Libertadores arroja muchas lecturas y hasta le abrió el paso a las suspicacias, algo previsible en el bastardeado fútbol argentino y sudamericano en su rubro dirigencial. Porque así como antes se hablaba de los "errores humanos" ante un fallo que no se correspondía con el hecho, en las últimas horas la cuestión se enfocó hacia el lado de la premeditación. Peor aún. Sin dudas, una controversia que recién está empezando.
Ahora bien, ¿fue el VAR causante de la debacle futbolística de River que lo dejó fuera de la final de la Copa Libertadores? Allí es donde River, a la hora de presentar reclamos, también debe mirarse profundamente. Tiene el derecho de cuestionar el método tecnológico y su forma de aplicación por sentirse perjudicado, pero lo que no debe hacer -si no quiere engañarse y perjudicarse aún más del efecto nocivo que ya le causó este golpazo deportivo- es utilizarlo como coartada.
"Más allá de las teorías conspirativas que andan sobrevolando, fue el propio River el que resignó sus posibilidades de clasificación""
Más allá de las teorías conspirativas que andan sobrevolando, fue el propio River el que resignó sus posibilidades de clasificación. Porque dilapidó una ventaja de 2-0 (3-0 global), porque no fue ni por asomo el equipo del partido de ida y porque tuvo la peor noche copera desde que lo conduce Gallardo en los "mata-mata", el punto fuerte de uno de los mejores directores técnicos de la historia del club durante sus tres años de gestión. No fue el VAR el que regaló el primer poste en el gol de Sand para el 1-2 cuando expiraba el primer tiempo y envalentonó a Lanús: fue Lux. Tampoco fue el VAR el que le abrió todas las compuertas a su noche gloriosa al N° 9 granate, a contramano de lo que había sucedido en Núñez, cuando fue anticipado y neutralizado: fueron los mismos Maidana y Pinola. Y no fue el VAR el que borró de la cancha a una de las figuras del 1-0 en el Monumental, transformándolo en un jugador sin vuelo: el Pity Martínez. Y así podrían seguir desgranándose casos puntuales.
En menos de 25 minutos, por precariedades propias, el River copero, el de la concentración plena para los playoff, el que le sobraba carácter para sobrellevar los momentos adversos y críticos, se topó con una realidad desconocida: que le conviertan cuatro veces. Lo que era eventualmente factible en una Superliga y sonaba directamente a utopía en choques de ida y vuelta. Con VAR o sin VAR, su responsabilidad excede la tecnología. En ese breve lapso de tiempo, se desdibujó y resignó lo que construyó durante tres años. Ahí es donde debe mirar y mirarse. Pensar en el VAR, escudarse en el VAR sería negar las verdaderas razones que lo llevaron a reincidir en capítulos que parecían archivados. Como aquel de 1966 con Peñarol; como el más reciente con San Lorenzo, en 2008. Circunstancias de las que supo salir con grandeza. La misma a la que debe apelar ahora.
Lo peor de toda esta novela es que las polémicas (que seguirán durante muchos días) y las teorías conspirativas, cuya veracidad es indescifrable (como la de pagar dopings con referatos tendenciosos), ponen en segundo plano a Lanús, un equipo que juega muy bien al fútbol. Que revirtió dos series ante grandes como San Lorenzo y River y que vive los días más trascendentes de su historia. Demasiada ingratitud para un grupo de jugadores que respondió a las presiones, conducidos por un técnico audaz y defensor de sus convicciones como Almirón. Como también lo es Gallardo.