22/12/2024

Un Superclásico inolvidable: el día en que Hugo Romeo Guerra opacó a Ortega, Francescoli y Gallardo

Viernes 11 de Mayo del 2018

Un Superclásico inolvidable: el día en que Hugo Romeo Guerra opacó a Ortega, Francescoli y Gallardo

El delantero, fallecido esta madrugada, fue la figura cumbre de un partido de 1996.  A Hugo Romeo Guerra los compañeros le decían Flaco, andaba cerca del metro noventa y su poder aéreo era una esperanza para cualquier equipo, sobre todo los que, como aquel de Carlos Salvador Bilardo, tenían problemas para

El delantero, fallecido esta madrugada, fue la figura cumbre de un partido de 1996.  A Hugo Romeo Guerra los compañeros le decían Flaco, andaba cerca del metro noventa y su poder aéreo era una esperanza para cualquier equipo, sobre todo los que, como aquel de Carlos Salvador Bilardo, tenían problemas para

A Hugo Romeo Guerra los compañeros le decían Flaco, andaba cerca del metro noventa y su poder aéreo era una esperanza para cualquier equipo, sobre todo los que, como aquel de Carlos Salvador Bilardo, tenían problemas para elaborar juego.

Aun con esas dificultades, puesto enfrente de un rival de jerarquía que acaba de consagrarse campeón de América, Boca se las arregló para estar dos veces arriba en el tanteador: primero con un zurdazo desde fuera del área de Roberto Pompei y luego con un penal de Gabriel Cedrés. Algo habrá influido una Bombonera rugiente, capaz de impulsar a una formación donde, entre otros, estaban Pablo Trobbiani -hijo de Marcelo Antonio- y Silvio Carrario.

Un lujoso River de Ramón Ángel Díaz, con el Burrito Ortega, el actual manager Francescoli y el hoy técnico Gallardo en sus filas, lo igualó dos veces. El 1-1 fue de José Marcelo Salas, el chileno que iba a contratar el entonces presidente xeneize, Mauricio Macri, y que terminó con la banda en el pecho (Macri también terminó con una banda, pero es historia de otra sección). Juan Pablo Sorin convirtió el 2-2 cerca de la media hora del segundo tiempo.

Parecía empate. El Pelado Díaz miraba con cariño ese punto rescatado desde atrás y en condición de visitante. En las dos bandejas superiores de Brandsen se festejaba. Por algo en los últimos minutos el riojano sacó a Salas y mandó a Guillermo Daniel Rivarola, otro defensor para ayudar a devolver los centros que seguramente tiraría Boca en el epílogo del Superclásico.

Para el Narigón Bilardo siempre fue importante no perder, pero aquel 29 de septiembre de 1996 habrá olfateado que había tiempo para un gol más. Por eso, mientras se ajustaba el nudo de la corbata, les ordenó a los centrales Fernando Cáceres y Néstor Fabbri que fueran a cargar el tiro libre que ejecutaría Mauricio Pineda sobre la hora.

La pelota empezó a descender cerca del área chica y allí, entre Celso Ayala, Eduardo Berizzo y unos cuantos más, Guerra la conectó con alguna parte de su cabeza. Fue el 3-2 y al archivo pasó como el nucazo de Guerra, la jornada inolvidable de un uruguayo que partió demasiado joven.

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