A diferencia de Maradona o Messi, a Pelé lo hemos imaginado más que vivido. Casi no lo hemos visto. Antes de que apareciera Youtube, era el tipo con resortes en los botines que parecía estar suspendido en el aire cuando venció a Albertosi en la final de México 70. Era el dueño de la sonrisa de nácar que podía abrazar a Kissinger, reír con Havelange, fotografiarse con el Papa, jugar al fútbol con Rocky y recordar, en cualquier parte del mundo, a su amigo peruano, un tal Ramón Mifflin. Era el protagonista de mil anécdotas con Pocho Rospigliosi o quien nos contaba la historia de los mundiales en el 4, las tardes previas a España 82. Hizo de la camiseta 10 un ícono del talento y terminó su carrera en un país adorador del béisbol, al lado de un goleador italiano con pinta de Luca Brasi llamado Giorgio Chinaglia.
ENTREVISTA: “A Pelé no se le puede describir con una sola palabra, era perfecto”
La televisión peruana recién le abrió las puertas al fútbol en la década del 90. Antes las transmisiones eran esporádicas y, por lo general, sin aviso. Ver al genio brasileño en la cima de su esplendor, cuando vino con el Santos a jugar con la U, Alianza o Melgar, fue privilegio de unos miles. El resto tuvo que conformarse con lo que dijeran los periódicos y exageraran las radios por las noches.
Por eso hay tantos blasfemos, muchos de ellos veinteañeros desubicados, que lo minimizan con descaro. “Jugaba con puros gordos”, tuiteó uno de esos imberbes de DNI amarillo; “Jamás jugó en una liga competitiva”, dijo otro que piensa que el mundo no existía antes de Google. Como si el brasileño hubiera sido uno de esos personajes inventados por nuestros abuelos para encararnos, con más bronca que sabiduría, que todo tiempo pasado fue mejor.
La prueba mayor de su grandeza la escribió el Mono Navarro Montoya el mismo jueves, horas después de su partida: “Una vez le pregunté a mi papá quién fue O’ Rei Pelé. Mi viejo me respondió: el futbolista que soñaron ser Cruyff, Messi, Maradona y tantos más…”.
El brasileño fue el espejo que inspiró a todo aquel que deseaba trascender en el planeta fútbol. En él se miraron Diego, Lio, Johan, Teófilo y Zizou. Salvo el Nene y Cruyff, el resto no pudo verlo en vivo. Pero querían ser como él. Querían emular a ese chiquillo que ganó un Mundial a los 17, que los viejos periodistas contaban que sabía dormir la pelota con el pecho, manejar con destreza las dos piernas y soportar mil patadas cada tres días. Que se elevaba como si fuera un basquetbolista y metía la frente con la fuerza de un martillo.
Youtube ha traído un poco de justicia y hoy podemos ver algunos destellos de esa genialidad infinita. Sin Pelé no hubiera habido forma de medir la inteligencia de Maradona o la grandeza de Messi. Fue el primero. Por eso no habrá nadie como él.