Así le pegaba Ñol, pero con la derecha. No ejecutaba sus remates, los diseñaba con el pie para que fueran obras de arte. Eran otros tiempos, claro, cuando Boca le pertenecía más a Diego Maradona que a Juan Román Riquelme y cuando la selección peruana, ese equipo que nunca iba a los mundiales, vendía un jugador cada milagro y la presencia de Nolbero Solano en la Bombonera era una noticia a seis columnas, que se leía en El Comercio, se recortaba de El Bocón y los jueves se volvía a leer en Once. Jugar en Boca Juniors era, cómo ahora, llegar a la élite de Sudamérica y allí radicaba la recompensa. Unos minutos buenos eran discusión toda la semana, un golazo significaba llevarse toda la atención. O lo que es hoy: un patadón así se vuelve viral.
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