Sin contar al Manchester City de Guardiola -el club que mejor entiende el fútbol en el mundo y que, por eso mismo, posee a la fecha la oportunidad de conseguir un triplete histórico (Premier League, FA Cup y Champions League)-, el equipo más excitante de Europa es el Napoli de Luciano Spalletti.
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Lo hecho por el entrenador italiano es magnífico, pues ha logrado construir un cuadro vibrante que aplica a la perfección varios de los preceptos que definen el éxito futbolístico hoy: posesión, presión alta y táctica fluida. Esto último es crucial, ya que Spalletti no cree en esquemas e incluso se permite poner en duda que sirvan de referencia: “¿4-3-3? Los sistemas no existen más en el fútbol, todo trata de ocupar los espacios que deja el rival. Debes ser rápido para identificarlos y saber el momento justo para atacar, tener el coraje de iniciar el movimiento incluso cuando estás presionado”.
Pero sí, Spalletti parte de un 4-3-3 a la manera holandesa, es decir, uno que se puede convertir en un 2-5-3 o incluso en un 2-3-5 en la medida que evoluciona la ofensiva. Se trata de un dibujo que se adapta al momento de cada partido con versatilidad y reacción. A ello añade un celo defensivo más bien italiano, lo que resulta en un esquema muy atractivo en cuanto a variantes y reciedumbre, pues su conjunto posee una impronta física propia del calcio a la que no ha renunciado. Se podría decir que esa ‘fisicalidad’ es uno de los aportes que Spalletti introdujo como complemento a la vistosa propuesta de uno de sus predecesores en el cargo, el inspirado Sarri.
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La estrategia
Por supuesto, todo ello no sería más que un divagar teórico si la fórmula no tuviera ejecutantes, y vaya que los tiene. Meret es lo más cerca que Italia tiene hoy de Buffon, con las salvedades del caso (curiosamente adolecen de lo mismo: juego con el pie). Donnaruma, cada vez queda más claro, es el portero más sobrevalorado desde Bodo Illgner. La estructura defensiva recae en Rrahmani y Min-Jae, escoltados por Di Lorenzo y Olivera, quienes poseen buena capacidad de desplegarse al medio con solvencia. El gran mérito aquí es haber podido compensar la partida de Koulibaly al Chelsea sin que se haya vulnerado el cerrojo.
Adelante, Lobotka, Zielinsky y Anguissa consiguen realizar contención y armado de manera armónica. El primero fue reconvertido en ‘regista’ por Spalletti, aunque sus cualidades recuerdan más a Iniesta que a Xavi; Anguissa, a su lado, aporta el músculo, la contención y la salida necesarias para realizar coberturas, cumplir relevos y salvar aprietos. Zielinsky, tirado normalmente a la izquierda, explota haciendo las veces de extremo y hiere con pases entrelíneas.
En los tres cuartos empiezan los brillos: Kvaratskhelia es para quien escribe el mejor atacante joven (22 años) en cuanto a proyección, fuera de Haaland. El georgiano tiene desborde, dribbling, centro, gol, ataca el espacio, se muestra y guarda varios secretos en el uno a uno. Su postura desgarbada hace recordar a una mezcla de Berbatov con Hleb, y con ellos comparte una técnica exquisita. Es improbable que el Napoli lo pueda retener mucho tiempo, ojalá que sí. A su lado destella el nigeriano Osimhen, un 9 con velocidad (ha pasado más veces los 35 km/h que Mbappé), juego aéreo, potencia, recursos y definición: esta temporada lleva 21 goles en 25 encuentros, con un promedio de 0.93 tantos por cada 90 minutos jugados, si entramos a detalle. Por la derecha, Napolitano aporta desborde y centro, aunque Spalletti tiene como variantes también a Lozano y Simeone, aunque éste último recién se recupere de una fea lesión.
Este elenco, bajo esta idea, ha permitido que el Napoli esté a punto de levantar el tercer scudetto de su historia. Los dos previos fueron triunfos fundamentados en el liderazgo y genio de Maradona, un superdotado en su pico de creatividad y rendimiento. Esta tercera liga, en cambio, será el resultado de una visión orquestada con inteligencia por un plantel completo, versátil, enérgico y en ebullición. Ahí donde esté, Diego celebrará complacido.