04/11/2024

“Boca es a la Copa Libertadores lo que el Real Madrid a la Champions”: lo que puede pasar en la esperada final para Luis Advíncula [VIDEO]

Hace un año

También debemos agradecerle a Boca haber salvado la expectativa de la final: posiblemente Palmeiras-Fluminense hubiese sido un plomazo inmirable. No por los equipos sino porque con dos connacionales en la final se pierde el sentido de toda competencia internacional: que se midan contendores de distintos países. Una columna de Jorge Barraza.

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La final era distinta. Francia llegaba como ultracandidata. Había bailoteado a Brasil y eso siempre es mucho. Italia estaba física y futbolísticamente debajo del equipo de Zidane. Lippi lo sabía. Vio que no lo ganaba por ningún lado y fue directo al empate, sabedor de que en los partidos mano a mano hay otra forma de ganar: yendo a los penales, donde se equiparan las chances. O incluso puede haber allí mejores posibilidades que el adversario. Se dio tal cual e Italia logró su cuarta corona mundialista.

Advíncula es uno de los goleadores de Boca Juniors en la Copa con tres tantos. (Foto: Boca)
Advíncula es uno de los goleadores de Boca Juniors en la Copa con tres tantos. (Foto: Boca)

Aunque no lo diga públicamente, Jorge Almirón, técnico de Boca donde juega el peruano Luis Advíncula, piensa lo mismo que Lippi: “para ganar, necesito empatar”. Pero en todas las instancias. Desde que comenzó esta Libertadores, el continente entero comenta: “Boca no juega a nada”. Efectivamente, no tiene armonía de conjunto, le cuesta horrores articular jugadas ofensivas y no genera peligro frente al arco rival. Pero está en la final. ¿Cómo así…? Gracias a su arquero, Sergio Romero, experto en el arte de atajar penales. La fórmula es simple: cuando Boca ve que no puede con los rivales, aguanta el empate porque está convencido de que, en la tanda de ejecuciones, gana. Chiquito dice, sin arrogancia: “Yo sé que dos puedo atajar”. Y cumple. Es la primera vez en la historia de la Copa que un equipo llega a la final sin haber ganado un partido en octavos de final, cuartos y semis. Empató los seis, fue a la serie de penales, Chiquito paró dos en cada ronda y llevó a Boca al delirio: está otra vez en las puertas del título.

Le tocó un grupo que era un helado de pistacho: el modesto y debutante Deportivo Pereira, un pobrísimo Colo Colo (los conjuntos chilenos en el plano internacional son pavorosos), y Monagas de Venezuela. Y luego no pudo vencer a Nacional de Montevideo, Racing y Palmeiras. Sólo avanzó por penales, un recurso que históricamente le ha dado enormes satisfacciones: así ganó las finales de 1977, 2000 y 2001. Frente a Palmeiras fue ligeramente superior en La Bombonera y muy superado en el Parque Antarctica, donde Romero, además de los penales, tuvo intervenciones casi milagrosas durante el juego. El 1-1 final es completamente irrazonable, pero este deporte no es ni justo ni injusto, es fútbol, y eso es parte de su incomparable atractivo. Párrafo aparte para Endrick, el chico de 17 años que ya fue transferido por Palmeiras al Real Madrid, pero que permanece en el Verdão hasta cumplir 18. Entró y le dio una descarga de 10.000 voltios, a Palmeiras y al partido, No pudo lograr la victoria, aunque se mostró como un futuro superstar. Todo lo que se decía de él “era tudo certo”.

“Ojo, Boca no gana, pero tampoco le ganan, eh…”, advierte con razón Carlos Martín, colega de Bitbol.la. Efectivamente, su fortaleza defensiva es ponderable, apenas 5 goles recibidos en 12 partidos. Y mantuvo su arco invicto en 8 juegos.

También debemos agradecerle a Boca haber salvado la expectativa de la final: posiblemente Palmeiras-Fluminense hubiese sido un plomazo inmirable. No por los equipos sino porque con dos connacionales en la final se pierde el sentido de toda competencia internacional: que se midan contendores de distintos países. Además, porque los brasileños siempre están un poco ajenos al resto del subcontinente (el idioma no deja de ser una barrera). Y porque la final será otra vez en Maracaná. Todo demasiado brasileño. Al resto de los públicos no les llega. Estando Boca, contra quien sea, la final es imperdible.

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“Boca es a la Copa Libertadores lo que el Real Madrid a la Champions”, publican en el WhatsApp de Estadígrafos Unidos de América. Puede afirmarse que sí: de 64 ediciones participó en 32, fue 18 veces semifinalista, 12 finalista (con esta) y seis campeón. Pero más allá del respaldo de los números, está lo que genera Boca. Ningún otro club produce tal revuelo en la Libertadores. Todos quieren enfrentarlo. Para el hincha neutral es siempre el partido para ver: Boca versus quien sea. El 4 de noviembre, en Maracaná, intentará alcanzar el récord de Independiente de 7 coronas.

Enfrente, como local, localísimo, lo aguardará Fluminense, el aristócrata, pionero e impulsor del fútbol brasileño que busca su primera vez, su tuteo con la gloria continental. FLU ha tenido un grupo mucho más complicado que Boca en primera fase, en el que propinó un estruendoso 5-1 a River, y luego hizo una escalera real en la carrera decisiva de los mano a mano, eliminando a Argentinos Juniors, Olimpia e Inter de Porto Alegre, ganándoles a todos. Cuatro triunfos en seis salidas al campo hablan de que es un equipo potente. Y con gol: 22 anotaciones en su docena de juegos. De esos 22, doce (los mismos que todo Boca) son obra de Germán Cano, el artillero argentino al que nadie puede quitarle ya el premio de goleador. Un exjugador de Lanús, Chacarita y Colón que ha obligado a que se piense en él como compañero de Messi en la selección, pese que allí están Lautaro Martínez y Julián Álvarez.

Pero el FLU no es Cano solamente. Está Ganso en una madurez lúcida y feliz, está el sensacional arquero Fabio, que a los 43 años mantiene un nivel casi increíble, el magnífico lateral Samuel Xavier, los extremos John Arias (colombiano) y Keno, el jovencito delantero Kennedy, los veteranísimos Marcelo y Felipe Melo, el zaguerazo Nino, ya de selección… No es Cano sólo, pero Cano ha sido asistidor y autor en los dos goles que le dieron la supervictoria ante el Inter en Porto Alegre el último miércoles. Flu es Cano y 36 elementos más que componen un rico plantel. Y un ejército como cuerpo técnico, médico y auxiliares. Fernando Diniz, entrenador de la Selección Brasileña al mismo tiempo, tiene seis entrenadores adjuntos, cinco preparadores físicos, tres entrenadores de arqueros…

Será el fútbol de Fluminense frente a la camiseta de Boca, su mística y fuerza interior. Hermoso duelo. Y todo el continente expectante.


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