En medio de la pretemporada en Estados Unidos, Enzo Francescoli, una voz autorizada en River Plate por la importancia de su figura como ídolo futbolístico y por su rol actual de director deportivo, llamó la atención con una declaración: “Tengamos en cuenta cuántas Libertadores tiene River en 122 años… Llevar eso a una obsesión es realmente negativo. Es muy importante pero no es una obsesión: yo viví años felices en River sin ganar la Copa. Se tienen que dar un montón de cosas para ganarla”.
El 2023 de River pudo haber sido, en algún punto, un año feliz sin ganar la Copa, como señaló el uruguayo. Dominó el ámbito local, llevándose holgadamente el Torneo de la Liga, liderando sin sobresaltos la Tabla Anual y quedándose con el Trofeo de Campeones. De a ratos, particularmente en el primer semestre, fue un equipo que llevó impregnado el ADN riverplatense, como tantas veces pidió su entrenador, Martín Demichelis.
Pero dentro de los pagarés del entrenador, primerizo en la élite, ya que apenas había dirigido conjuntos juveniles y de segundo orden del poderoso Bayern Munich, figura la CONMEBOL Libertadores, donde superó la fase de grupos y quedó eliminado, en una icónica tanda de penales, ante Inter de Porto Alegre. El Millonario ganó sus cuatro partidos en el Monumental, una fortaleza a lo largo del año, pero apenas sacó un punto sobre 12 posibles en condición de visitante.
Y lo pagó caro, como el cortocircuito con los referentes, charla en off con periodistas mediante. A pesar de ser el mejor equipo del fútbol argentino, Demichelis, quien llevó adelante la que él mismo definió como la "transición más difícil en la historia del club", post era Marcelo Gallardo, no se terminó de ganar al hincha. Y esa es una de sus cuentas pendientes.
Pero lo que Francescoli, quien levantó la segunda Copa en la historia del club de Núñez, en 1996, una década después de la primera (participó de las otras gestas, desde otro lugar, en 2015 y 2018), pide no llamar "obsesión", difícilmente sea catalogable de otra manera para los jugadores y, principalmente, para los hinchas, que más de una vez entonaron un cántico con esa secuencia de letras, al ritmo de Fito Páez.
Tras años de sinsabores internacionales -post Madrid, el equipo del Muñeco siguió siendo súper competitivo, quedando a minutos del bicampeonato en 2019 y a un paso de la final en 2020-, como las eliminaciones a manos de Atlético Mineiro (2021), Vélez (2022) e Internacional (2023), ganando apenas una serie eliminatoria (Argentinos Juniors, en julio de 2021), los de la banda roja pretenden y necesitan, para sostener y avalar los buenos momentos de este ciclo, trascender en la competencia más importante, que este año podría definirse en su estadio y, como yapa, no cuenta con su eterno rival entre los participantes.
Y en ese contexto, la Copa de la Liga, el primer certamen de la temporada, puede ser una importante vía para planificar y armar un equipo sólido y confiable en todas las líneas, además de constante y fuerte en rodeo ajeno, algunas de las deudas de la primera versión del River de Demichelis.
El comienzo, con muchas bajas de referentes (Enzo Pérez, Nicolás de la Cruz, Salomón Rondón, Matías Suárez, Emanuel Mammana, Bruno Zuculini y Jonatan Maidana), varias lesiones (Pity Martínez se rompió los cruzados, Lanzini se desgarró, Casco se lastimó los meniscos y Simón se fracturó una mano) y algunos jugadores en el Preolímpico Sub 23 (Sebastián Boselli, Pablo Solari y Claudio Echeverri), puede ser adverso. Pero también será un desafío del que el equipo puede salir fortalecido.
Varios juveniles, promovidos al plantel profesional, como Franco Mastantuono, Agustín Ruberto, Ian Subiabre, Lucas Lavagnino, Santiago Beltrán, Daniel Zabala y Tobías Leiva, además del Diablito Echeverri, ya vendido a Manchester City, además de la llegada del uruguayo Nicolás Fonseca y algunas posibles altas de último momento, pueden aprovechar el panorama para mostrarle al DT que puede contar con ellos.
Ya sin un plantel largo, pero con opciones en todos los puestos y mucha jerarquía para el fútbol argentino, Demichelis tratará de aprender de sus errores y mantener lo (mucho) bueno de su primer año al mando. La Libertadores, claro, aparece como la obsesión el sueño. Pero ganarla no será casualidad, sino una conjunción de factores, virtudes y, ante todo, trabajo.