Según los cálculos previos al inicio de la Copa América 2024, la Selección Peruana no debía perder en sus dos primeros partidos para llegar a la última jornada con grandes posibilidades de clasificar a los cuartos de final. Sin embargo, en la realidad el fútbol es más frío que las matemáticas y la derrota frente a Canadá (1-0) fue una cachetada que dejó a la Blanquirroja al borde de la eliminación en fase de grupos, algo que no sucede desde la edición de 1995. Por tal motivo, el enfrentamiento de este sábado con Argentina tiene muchos ingredientes particulares, no solo pensando en este torneo, sino también en las Eliminatorias 2026 que se reiniciarán en septiembre de este año.
Más allá de que la ‘Albiceleste’ haya decidido afrontar este encuentro con una alineación alternativa, eso no quiere decir que el trámite vaya a ser menos complicado. La última vez que Perú salió victorioso en este tipo de partidos fue hace 27 años, precisamente en una Copa América, la de 1997. Aquella gesta con goles Eddy Carazas y Martín Hidalgo –Marcelo Gallardo descontó desde el punto penal– significó el pase a las semifinales, no obstante, hoy por hoy el contexto es otro y los jugadores a los que enfrentaremos tienen una calidad de otra envergadura. Así pues, toca pensar en las consecuencias colaterales de este duelo, ya que incluso ganando podríamos quedar fuera de competencia.
Más que un simple resultado
Los números explican que, si la Selección pierde frente a Argentina, quedará automáticamente eliminada de la Copa América, sin importar lo que suceda entre Chile y Canadá. No obstante, para este plantel que intenta renovarse y que poco a poco viene adaptándose a la idea futbolística de Jorge Fossati, el cómo tendrá mucha relevancia de cara al futuro. Una caída por la mínima, con el equipo compitiendo como lo hizo contra la ‘Roja’ en la primera jornada, generando situaciones de peligro –una deuda pendiente que se acentúa partido tras partido– y con cada jugador dándolo todo, podría significar un punto de quiebre positivo para la posteridad.
Pero también podría ocurrir lo contrario. Si volvemos a cometer los mismos errores ante Canadá y dejamos que Argentina ponga su jerarquía sobre la balanza, una goleada dejaría a la ‘Bicolor’ sumida en un mar de dudas y con interrogantes por resolver de cara a las Eliminatorias 2026. Si algo ha demostrado este Perú con Fossati como entrenador, es que es difícil hacerle daño con facilidad y su solidez defensiva es uno de sus pilares. Bajo esa premisa, tendría que suceder una catástrofe para que se dé un resultado de escándalo y nos deje contra la lona.
Parece exagerado decirlo, pero así como en el pasado una Copa América determinó el resurgir de la Selección en un proceso clasificatorio –la del 2016 le sirvió a Ricardo Gareca para consolidar a su grupo pensando en las Eliminatorias Rusia 2018, mientras que la del 2021 le dio nuevas variantes para afrontar lo que le quedaba del camino hacia Qatar 2022–, esta edición del 2024 también dejará secuelas y quedará en manos del comando técnico de Fossati saber afrontarlas. Parece un dicho repetido hasta el hartazgo, pero es muy cierto: trabajar sobre la desgracia cuesta el triple, y más para un grupo que cuenta con una de las mejores generaciones de su historia jugándose los descuentos.
¿Y qué pasa si ganamos? Independientemente de si sirve o no para clasificar a la siguiente ronda –necesitamos que Chile no golee o que Canadá no gane–, la Blanquirroja podrá sacudirse un poco de la incertidumbre que viene generando este nuevo proceso con Fossati y dará un paso importante para ganar confianza, esa que será vital para mirar con mejores ojos lo que nos espera en septiembre. Las rachas negativas están hechas para romperse en algún momento y de darse algo fuera de la lógica este sábado, que no solo quede en la estadística, sino que sirva para que los chicos entiendan que les toca tomar la posta de los más experimentados, y qué mejor manera que con lo que podría ser un triunfo histórico.
¿Un ‘Nono’ flexible?
Si algo conocemos de Fossati desde que arribó al fútbol peruano para salir campeón con Universitario de Deportes, es que su 3-5-2 es inalterable. Con los riesgos y conflictos que eso supone, el uruguayo supo hacer una carrera exitosa y tiene un palmarés que lo respalda. Sin embargo, desde el jueves existe la información de que podría parar un 3-4-3 contra Argentina, buscando repotenciar el ataque por las bandas y generar mayor peligro en las zonas donde su rival de este sábado ha sufrido estragos por algunas desatenciones.
Si finalmente esto sucede, quedará por ver quiénes serán los intérpretes de esta novedosa variante del ‘Nono’. Lo cierto es que su ofensiva requiere de mayor velocidad y vértigo, características que calzan perfectamente con jugadores como Bryan Reyna o Joao Grimaldo. Ambos son de su agrado, pero hasta la fecha no han sido titulares en partidos oficiales y quizás este sea el escenario para que demuestren que pueden hacerlo dudar. Lo ideal sería que ese 3-4-3 aparezca en determinados momentos y cuando el rival, en este caso Argentina, lo permita.
La experimentación sobre la marcha, con la Copa América en curso y ante un panorama de apremio por la obligación de ganarle a un rival de mayor jerarquía, podría ser contraproducente y hasta confuso. El equipo se está acoplando a un 3-5-2, por lo que en esa línea el armado táctico no debería sufrir mayores cambios. Eso sí, la generación de juego interior es una deuda que se viene incrementando cada vez más y, tomando en cuenta que contra los de Lionel Scaloni tendremos menos el balón, es una buena oportunidad para hallar respuestas en la gestión de la poca posesión que vamos a tener.
La nostalgia no da triunfos
Esta Copa América está siendo un termómetro doloroso para la última gran generación de futbolistas que supo darnos inmensas alegrías a lo largo de los últimos años. Dos terceros puestos (2011 y 2015) y un subcampeonato (2019) en Copas América, la clasificación a un Copa del Mundo después de un tercio de siglo (2017) y la ilusión de un segundo boleto mundialista que se frustró en Doha (2022). Todo eso lo vivimos en alta definición y no nos lo contaron nuestros abuelos. Al contrario, nosotros seremos los herederos que contaremos esas historias como gestas, que en su momento nos hicieron delirar hasta ser considerados la mejor hinchada del planeta.
No obstante, el tiempo es enemigo de lo bueno y la realidad que vivimos ahora nos explota en la cara cada vez que buscamos en André Carrillo a ese extremo desequilibrante que brilló en Rusia 2018; en Edison Flores, los goles impensados; en Paolo Guerrero, esa imagen del delantero imponente capaz de dejar en el camino a los mejores centrales de Sudamérica; en Christian Cueva, a ese ‘Aladino’ que hizo de la genialidad una rutina cada vez que defendió los colores de la Selección Peruana, a pesar de que su incorregible comportamiento limitara su innegable talento. Y así podríamos citar más nombres, pero eso solo acrecentaría a nuestro peor enemigo por estos días: la nostalgia.
SI Fossati quiere que su paso por la Selección genere un recuerdo trascendente, suceda lo que suceda cuando terminen las Eliminatorias 2026, tendrá que luchar contra el recuerdo de lo que alguna vez fueron esos jugadores a los que tenemos que agradecerles. Ojo, todavía pueden darle algunos años a la Blanquirroja, pero no con ese rol preponderante que tuvieron en su momento, sino asumiendo que ahora son otros los que tienen hacerse cargo. No queremos que la imagen que dejó Carrillo después de enfrentar a Alphonso Davies, tirado en el gramado del Children’s Mercy Park, se repita una y otra vez. Como diría Julio Ramón Ribeyro en una de sus Prosas Apátridas: “También mueren los lugares donde fuimos felices”. Es momento de soltar.
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