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Justo él, que salió Tricampeón con la ‘U’ en 2000, la última etapa de gloria del club, está lejos, muy lejos. Distanciado. Justo él, cuyo pase al Defensor de Luis Banchero Rossi en más de 3 millones de soles sirvió para comprar el primer terreno de Campo Mar, espera sentado en la larga cola de los acreedores por una deuda de su equipo que viene desde el 2017. Justo él, Roberto Chale (Lima, 1946), el símbolo de los partidos con River y Racing en la Copa Libertadores del 67, el futbolista que le pegaba tres dedos y, si era necesario, se tiraba al suelo a recuperar una pelota, mira ahora todo desde fuera. Ironía.
“Estoy bien de salud, pero ya no puedo dirigir”, dirá luego, cuando hablemos de Universitario, de la selección de Didí, de Luis Reyna, de los cracks peruanos del 50, del Botafogo que venía a jugar en los 70 contra equipos locales. Parece el punto final a una carrera que lo llevó a entrenar a la selección peruana en 1985 y casi la lleva a un Mundial. Lo que habría cambiado la historia del fútbol si Maradona, el dueño de esa selección Argentina, quedaba eliminada de la Copa.
Entonces esta entrevista es un repaso. Para mirar como si fuera un documental en YouTube.
¿Ha visto muchas veces el video del partido de Reyna y Maradona?
Nunca lo he visto. Tampoco los partidos del 70. Nunca pude.
¿Por alguna razón especial?
No, solo porque no los pasaban en TV. Ni siquiera curiosidad he tenido. Más bien, ahí se me suben un poquito los humos, porque Argentina no me pudo ganar. Me tocó ganarle como jugador y también como entrenador. No soy improvisado. Y me gustaría que quede claro algo: en las Eliminatorias para México 86 yo no tenía cuerpo técnico.
Entonces usted consultó la marca a Maradona solo con el espejo.
La historia completa es así. Partimos de Lima con la selección a Colombia para jugar. Yo seguí en el avión hasta Venezuela, a San Cristóbal, para ver el partido de ellos con Argentina. Y vi que un chico venezolano, Maldonado, lo marcó de cerca a Maradona. Una vez lo soltó y suficiente: Maradona hizo el gol. Eso fue un par de semanas antes del partido en Lima. Era uno de los pocos que ya sabía cómo debía marcar a Maradona, que ya era el mejor jugador del mundo.
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¿Por qué salió Uribe? ¿Qué lo hizo decidirse por él para incluir a Luis Reyna?
Tenían que jugar 11. Y eran 12 con Uribe. (Risas). Yo había decidido hacerle marca personal a Maradona, como el venezolano. En Lima dijeron que me había ido a Venezuela y no había ido al fútbol. Fue un periodista que hasta ahora recuerdo. Que yo era un irresponsable, dijo.
¿Es cierto que Julio César Uribe tuvo un problema personal y eso lo sacó del equipo?
Ya faltaba muy poco para definir el equipo. Estaba en el Country de San Isidro. Entonces veo que un auto se va. Pregunté en consejería y me dijeron: “Es Julio César Uribe. Se demora una hora más o menos”. Se había comprado un departamento en Miraflores pero no me había pedido permiso. Lo esperé en la puerta.
-Oye, ¿ por qué te fuiste del hotel?
-Me he comprado un departamento y lo estoy amoblando, decorando, etc.
-Ahhh, tú te concentras a tu manera.
-¿Por qué dices eso Roberto?
Entonces le dije que iba a venir la TV, los reporteros, para preguntarte por qué lo hacía. Julio César me dijo, extrañado: “Roberto, pero tú y yo somos amigos”. Y eso era verdad: éramos compañerazos. Habíamos jugado en Cristal 1976, le llevaba 10 años -el tenía 18 y yo 28- pero esta vez había faltado a las normas.
¿Ese fue el detonador?
No. En la tarde debíamos hacer el último partido de práctica. Hagamos esto, le expliqué: tú hoy vas a jugar de Maradona. Lucho Reyna te va a marcar. Le conté la historia del venezolano. Fuimos al Lima Cricket a las 6 de la tarde, a esa hora ya no había luz. Esa hora generaba más dificultad a los jugadores: el futbolista peruano tiene que encontrar dificultad para ver su mejor juego. ¿Sabes qué pasó? Que Uribe jugó espectacular la práctica y lo obligó a Reyna más espectacular aún. Estaba decidido. Entonces hablé con los dos y quedó el once. A mí me habían marcado igual, porque yo jugué de organizador siempre. En el año 1967, mi debut con la selección peruana, contra Uruguay. Fiestas Patrias. A mí me marcó un señor muy viejo, que había jugado en el Mundial 54 (N. de R. Alberto Urbano, el 31 de julio de 1967. Perú perdió 2-1)
¿Usted pudo dormir con la fiesta que hubo la noche previa?
Había una jarana increíble, es verdad. Normalmente no se duerme previo a un partido de este tamaño: piensas en la familia, en los 50 mil que irán al estadio, pero ese día todos pudieron dormir. Lucho Reyna también. Todos los días hablaba con Reyna y le decía: “No vas a jugar. No sabes nada de Maradona. ¿Has visto cómo juega?” “¡Sí, Roberto!”, me decía. Me perseguía por la concentración con Koki Hirano, que era muy cercano a él. “No juegas, Lucho. Ese Maradona te va a destrozar”, le decía. “Yo ya estoy listo, Roberto. Mi familia va a venir toda desde Huánuco”, me respondía. Hasta que el día previo le dije que sí. Fue mi forma de entrenarlo de la cabeza.
Tengo la sensación de que a Luis Reyna no le gusta recordar ese episodio.
Al parecer, sí. Pero después, tiempo después. José Velásquez me decía: “Roberto, hay que tener cuidado con Lucho que no juega hace mucho tiempo”. Pero Reyna era un gran jugador, jugaba muy bien al fútbol y este era su examen. Si tu nombre sale elogiado, vas a tener una carrera buenísima, la explicaba. “Claro”, me decía. Y marcar desgasta. Pero bueno, le comieron el cerebro. Oblitas, que era su gran amigo.
LA VIDA DESPUÉS DE MÉXICO 70
¿Cómo ha cambiado su vida después de la transmisión de Latina de los partidos?
Felizmente yo no soy de contestar los teléfonos porque creo que son bancos (risas). La mayoría de peruanos les debemos así que no hay vergüenza. Yo no contesto los teléfonos que no conozco, ni para halagos. Sí me llamó mi compadre Mifflin: “Roberto ahora sí somos famosos”, me gritó. “Tú serás” -le dije-, que te rodeas de los grandes como Pelé”. Y nos reímos. Mucha gente vio por primera vez esos partidos y coinciden en que algo jugábamos. Tuve unos compañeros maravillosos. Lo mejor que me pasó fue con mi hijo Roberto: se quedó supersorprendido.
¿Qué le dijo?
Ahora me respeta (risas). Él también creía que yo solo era hechura de Pocho Rospigliosi.
Si usted fue tan talentoso y jugó a ese nivel en un Mundial, ¿por qué nunca se fue a jugar al extranjero?
La verdad es que yo estaba muy cómodo aquí en la ‘U'. Y había escuchado de Toto Terry algo que me marcó. Lo quisieron llevar a Francia. “Lima es mejor que París”, dijo. Yo me sumé a esa filosofía. Era otro tiempo. Tenía miedo. Recibí ofertas, llamadas, pero las rechazaba. No me veía yo solo con mi familia nueva en un lugar que no conocía.
¿Alguna oferta lo hizo pensar realmente en irse?
Me acuerdo de un empresario de apellido Boghossian. Un señor de mucha edad. Paraguayo, me parece. Lo llegué a conocer, era un hombre que me hablaba con los ojos cerrados. Nunca me miraba. Me quería llevar a España. Alguna vez contesté el teléfono de curioso y era para un equipo grande de España. Ahora, con el tiempo, digo que me quería llevar pero me sonaba a eso que tú sabes... “Te llevo a un equipo grande pero al final terminas en uno chico”. En el negocio salen beneficiados los empresarios. Soy muy desconfiado. La felicidad para mí estaba en Lima”.
¿Se arrepiente?
No, de ninguna manera. Tuve la oportunidad de dirigir a la selección peruana.
ROBERTO CHALE HOY
¿Cómo definiría al futbolista peruano en la historia?
Tiene muy buena relación matrimonial con la pelota y se asocia. No es solitario. Se apoya. Juega en combinación. Siempre fuimos así.
De todo lo que vio, ¿qué futbolista peruano nos define en el mundo?
Julio César Uribe. Más que nadie.
¿Guarda alguna camiseta de sus años como futbolista?
Tenía la camiseta de Rivelino, que intercambié en el 70. Pero una vez me robaron el maletín en el Centro de Lima y la perdí. Luego, no era mucho de coleccionar. Casi siempre me sacaban antes que terminen los partidos. Luego tengo alguna de la selección, nada más. En casa sí tengo una camiseta, solo una: la que me regaló Esidio cuando salimos tricampeones con Universitario.
¿Cómo está usted hoy?
En 2016 me sacaron un riñón. Luego me apareció un cáncer malísimo de colon. Me sacaron medio metro de estómago (risas). Encima, tengo una diabetes tremenda. Oficialmente desde el 2000. Debe haber comenzado antes incluso. Con ese entrenamiento estoy en cuarentena. Ha sido más complicado que los 2 años en que pasábamos de concentración con Perú, antes de 1970. Te voy a contar algo: una vez estábamos en Ancón, en el hotel Playa Hermosa. En cada habitación teníamos refrigeradora. Había leche, cerveza, gaseosa, lo que te imaginas. A todo costo. Esa fue la razón por la que jugamos así: ese engreimiento había que pagarlo. Jugamos la Eliminatoria a México 70 con la obligación de ganarle a Argentina. Y así fue. Además, las temporadas internacionales con clubes y selección nos tenían muy bien entrenados. En el partido de la Bombonera las tribunas se caían pero nosotros ya sabíamos cómo jugar. Y encima, nos engreían: no éramos ningunos mojigatos así que teníamos que saldar las cuentas jugando bien al fútbol.
¿Extraña dirigir?
Sí, claro. Mi salud ya no lo permite.
¿Eso significa que ese capítulo de su vida terminó?
Ya no creo que sea posible. Tengo que cuidar mi riñón. Eso es lo principal hoy, mi salud. El colon quedó perfecto pero debo cuidarme. El doctor Rodríguez Alegría me atendió en la clínica y yo siempre le digo... creo que Rodríguez me dio “la alegría” de seguir viviendo (risas). Cuando me operó estaba con septicemia.... Listo para irme. Los doctores en junta médica le dijeron: “Déjalo descansar al Maestro”. “Noooo”, les respondió él. “O lo salvo o lo mato yo”. Y me salvó, carajo.
Ese es Roberto Chale a los 73 años. Genio y figura.
ÚLTIMAS DEFINICIONES
Ramón Mifflin
“Fue un crack. Aunque no le fue muy bien en la ‘U', cuando jugó un par de amistosos. En Centro Iqueño y en esos partidos del Mundial la rompió. Y tiene sus amigos famosos, como Pelé y Beckenbauer”.
Luis Cruzado
En el 65, Lucho fue lateral izquierdo. Ese era su puesto. Hasta que vino Garrincha, que le hizo una huacha de media cuadra y lo cambió de puesto. Y se fue al mediocampo, conmigo. El gran Cruzado era el mejor del fútbol peruano”.
La selección del 50
“Nosotros siempre tuvimos jugadores de esa calidad. Siempre tuvimos muy buenos wines. Huaki Gómez Sanchez, que jugó en Boca y River. Juan Joya. O Juan Seminario. Los del 59, Miguelito Loayza por ejemplo, eran unos monstruos. Nuestro fútbol ha sido maravilloso”.