Hay otro ánimo. De reconciliación. La Selección Colombia vuelve a Barranquilla después de un año y medio con mejor semblante. Pagó sus culpas. Se puso de pie. Ya está.
El técnico Néstor Lorenzo recompuso la convicción en un plantel abatido por la eliminación pasada. Resultó traumática por los siete partidos consecutivos sin gol, ambiente denso, conducción desgastada y capitanes señalados entre la crisis.
Su conocimiento de seis años del jugador colombiano ahorró tiempos. Le apuntó a su orgullo. Así fortaleció la credibilidad entre los históricos y los nuevos para formar una Selección más ambiciosa.
El esquema es indiferente. 4-3-3, 4-5-1, 4-1-4-1, da igual. La idea está por encima de todo. Al equipo lo define su actitud intensa, con recuperación de pelota más agresiva, de presionar arriba. Es reconocible por ese esfuerzo colectivo respaldado con fútbol en bloque.
La Selección arriesga. Juega con un mediocentro adelantado que ordena y activa movimientos para resolver en corto o en largo. Entiende que puede elaborar o lanzar a los extremos y laterales. Se puede. Terminó invicta en sus ocho partidos de preparación con buena calificación en el triunfo 2-0 contra Alemania en Gelsenkirchen.
“Es un equipo que rindió en una cancha difícil y si bien estábamos en otro momento, la ejecución fue importante desde lo táctico. Los procesos de lo jugadores en la fineza de la definición, se pierde un poco con la falta de continuidad en sus clubes, pero lo táctico y las sociedades, lo tienen un poco más aprendido”, dijo Lorenzo horas antes del inicio de esta Eliminatoria.
Hay equipo, hay idea. Falta confirmarlo por los puntos, en un ronda de clasificación más generosa y que cuenta con varios cracks que merecen jugar un Mundial: Luis Díaz, Jhon Arias, Jhon Lucumí...
Bienvenida la ilusión para 2026.