Estaba buscando el viernes último, en los viejos diarios, datos de febrero de 1940 para un nuevo libro sobre la historia del deporte guayaquileño (será el tercero en la serie) cuando me topé con la reproducción de una crónica sobre la actuación en Colombia de dos grandes futbolistas de antaño. Decidí entonces que ese sería el tema de esta columna dado que las actividades deportivas en Guayaquil están suspendidas, primero por la asonada contra la estabilidad democrática, y luego porque en nuestra ciudad ya no hay espectáculos deportivos desde que la política se adueñó de la Federación Deportiva del Guayas, con la complacencia del anterior y el actual gobierno, y se murieron los torneos de primera categoría.
En el periodismo del deporte vivimos una época en que algunas improvisadas voces, casi iletradas e incultas, se empeñan en desconocer el valor y la realidad de una historia que ellos no han leído, tampoco investigado, ni siquiera averiguado, y pretenden hacernos creer que el fútbol, por ejemplo, nació en este país el mismo día que ellos, y que la única historia que vale es la que se dio desde que ellos fueron a un estadio por primera vez. Todo lo anterior es tierra arrasada e inútil. Hay uno que puso en circulación un libro. Yo lo desafiaría a la prueba de la página en blanco para ver si es cierto que puede escribir al menos diez palabras juntas y sin faltas de ortografía.
Ayer, como hoy, existieron jugadores de calidad. En estos días, dado el declive de Antonio Valencia, no existe un crack de la dimensión de Alberto Spencer o Alfonso Suárez Rizzo, de Enrique Moscovita Álvarez o Jorge Chompi Enríquez, que alcanzaron nombradía internacional. Traemos estos nombres porque corresponden a una época en que las comunicaciones eran elementales. Un jugador era pretendido si algún entrenador o un allegado a un club lo veía en algún torneo o algún partido amistoso. Tampoco en aquellos años de los 30 o de los 40 había empresarios con maletines llenos de videos que viajaban entre los países ofreciendo su mercancía, a veces con buena intención, en otras buscando incautos para endosarles paquetes.
Spencer se fue a Peñarol, donde se convirtió en “la máquina de hacer goles” como lo llamaron a nivel universal. Lo vieron en la inauguración del estadio Modelo en 1959 y luego en el Sudamericano Extraordinario del mismo año. El inolvidable Juanito López fue el primero en llevar la voz a Uruguay. No hubo empresarios de por medio; todo fue un negocio entre Peñarol y Everest. Los de Montevideo pagaron 10.000 dólares por un goleador que era oro puro y hoy valdría el doble de Neymar, sin tirarse al piso.
Lo de Alfonso Suárez fue más anecdótico. Debutó antes de los 15 años en Liga Deportiva Estudiantil en un partido contra Juvenil Esparta, de Tocopilla, Chile. Tres años más tarde se lo llevó en una gira el Gregg, de Cali. Estando en esa ciudad lo contrató Independiente Rivadavia, de Argentina, con el que hizo una larga gira. ¿Quién fue su empresario o quién lo recomendó? Nadie, únicamente su impresionante calidad. En 1939 el Panamá nuestro andaba de gira por Colombia. En esa ocasión los dirigentes de Millonarios quedaron impresionados con su clase, pero no lo pudieron convencer que se quedara. A inicios de enero de 1940 Millonarios lo llamó para que lo reforzara en el duelo que iba a sostener por primera vez ante un equipo argentino: el Atlanta, que se hallaba de gira.
En Millonarios se encontraba ya Eloy Ronquillo, gran zaguero central que había deslumbrado también en la gira del Panamá. El defensa guayaquileño ya había dejado huellas de su clase en los I Juegos Bolivarianos de 1938 y fue contratado por Motoristas de Cali, equipo en el que estuvo con Pepe Merino, Marino Alcívar, Jorge Peralta y Jorge Tolozano Laurido.
Los viajes no eran tan fáciles en ese tiempo y Suárez se demoró veinte días para llegar a Bogotá. Entrenó cuatro días con sus compañeros a las órdenes del técnico millonario que era, nada menos, que Fernando Paternoster. El equipo se llamaba Independiente, pero los grandes recursos de que disponía y que le permitieron contratar a Paternoster y los jugadores argentinos Alfredo Cuezzo, Óscar Sabransky, Vicente Lucífero, Antonio Ruiz Díaz y Luis Timón, hizo que les adjudicaran el apelativo de los Millonarios.
El 28 de enero de 1940 los colombianos vencieron a los argentinos. Las mejores críticas fueron para nuestros compatriotas Alfonso Suárez y Eloy Ronquillo. El Tiempo, de Bogotá, dijo de ellos: “Alfonso Suárez, el notable futbolista ecuatoriano, dictó cátedra frente a los players del Atlanta, y, es justo decirlo, que no tuvo quien lo secundara en su acierto, ya que los argentinos Ruiz Díaz y Cuezzo no lo apoyaron en ningún momento, viéndose por tanto opacados por la clase del ecuatoriano, que, dicho sea de paso, les dio un paseo escandaloso a los halves argentinos”. En otro acápite la nota agregó: “Suárez fue un verdadero ‘veneno’ para los del Atlanta, los mismos que resultaron impotentes para anular sus rápidas filtradas y vigorosos cañonazos al gol”.
Respecto del defensa ecuatoriano la crónica dijo: “Debemos agregar que no sólo sobresalió Suárez con magnífico desempeño, sino también otro ecuatoriano de enorme prestigio en nuestros fields, es decir el inteligente defensa Eloy Ronquillo, que lucidas actuaciones cumpliera en Bogotá y Lima. Estos dos muchachos han probado en forma rotunda la calidad del fútbol ecuatoriano frente a elementos que gozan de experiencia y escuela como es la característica de los argentinos que visitan Colombia”.
Ronquillo se quedó para el resto de su vida en Colombia. Jugó seis temporadas en Millonarios; fue entrenador de la selección de Santander y al inicio de El Dorado, fue entrenador del famoso Cúcuta Deportivo donde tuvo entre sus pupilos a Ramón Villaverde, uruguayo, luego estrella legendaria de Barcelona de España y sus compatriotas Juan José Tulic, Ulises Terra, Carlos Zunino y Luis Alberto Miloc. Con ellos llegó a Guayaquil en 1952 y fueron protagonistas de aquel partidazo entre los uruguayos del Cúcuta y los paraguayos del Deportivo Pereira.
Alfonso Suárez emigró al fútbol cubano que estaba lleno de cracks españoles a consecuencia de la guerra civil que azotaba a ese país. Vistió la casaca de Hispanoamérica junto a Marino Alcívar y Augusto Machocha Solís. El recién ascendido equipo fue campeón de Cuba y Suárez elegido como el mejor jugador del torneo. Alcívar, a su vez, fue Botín de Oro en recompensa a su condición de goleador.
En 1941 Suárez integró la selección nacional que participaba por segunda vez en un Sudamericano. Partieron en barco, entrenándose en la popa, y sin mayor preparación. Suárez jugaba de interior derecho y fue elegido entre los dos mejores en su puesto junto a la leyenda del fútbol argentino José Manuel Moreno. Tal como si en un Sudamericano actual un jugador nacional fuera elegido el mejor junto a Lionel Messi. Al final del torneo se lo llevó Magallanes, de Chile, y en la siguiente temporada pasó a Santiago Morning. El zaguero Jorge Tolozano Laurido fue fichado por Colo Colo.
Antes de que ustedes nacieran o fueran al estadio, señores periodistas de celular, Twitter e Instagram, hubo grandes jugadores. Moléstense en revisar la historia. No teman que ella ponga de relieve su impostura, sus mentiras y su inexplicable arrogancia. (O)
Antes de que ustedes nacieran o fueran al estadio, señores periodistas de celular, Twitter e Instagram, hubo grandes jugadores. Moléstense en revisar la historia.