El 10 de marzo de 1964 la selección del Guayas de béisbol conquistó el denominado Torneo Pentagonal jugado en el estadio José Díaz, de Lima, en el que además participaron los combinados nacionales de Panamá, Costa Rica y dos conjuntos del Perú.
Esto fue posterior a la coronación de Ecuador en el Sudamericano de 1963, realizado con gran suceso en Buenos Aires; y se remató con el bicampeonato surcontinental de 1966, escenificado en el estadio Yeyo Úraga. Fue en la década considerada por muchos como una de las mejores del béisbol ecuatoriano.
Repasando los resultados del Pentagonal de 1964, y lo que hicieron sus actores, hay que señalar que la primera victoria para los peloteros guayacos –que representaron al país– fue un contundente 11-1 sobre combinado de Lima, la segunda fue un triunfo de 12-1 sobre la selección de Callao, el tercero fue 12-4 sobre Panamá y el último fue blanqueada de 5-0 sobre Costa Rica, que defendía título ganado de edición anterior a la que Ecuador no pudo asistir.
El lanzador ganador de este encuentro final fue José Isabel Rodríguez. Las carreras ecuatorianas fueron anotadas por Francisco Panchón Sánchez; que abrió el camino de la victoria impulsado por un hit de Eloy Guerrero, quien luego también llevó a la registradora a José Banchón, Luis Calamaris; luego timbraron Freddy Uzcátegui y Ricardo Chico Rodríguez para dejar la pizarra 5-0. El cuerpo técnico nacional estuvo liderado por Reinaldo Ramírez y como asesores Medardo Haro y José Francisco Pichardo. La delegación fue presidida por José Díaz Granado. Del recibimiento en el aeropuerto y la posterior caravana por la ciudad –que fue apoteósica– existen testimonios gráficos en los diarios de mayor circulación de Guayaquil.
Eran épocas en que el béisbol ocupaba lugares preponderantes en la predilección de la sociedad porteña. Convocaba muchos aficionados. Un gran porcentaje estaba muy bien informado de los torneos, de los resultados de cada juego y de sus beisbolistas más destacados.
La prensa le dedicaba mucho espacio y los periodistas más connotados comentaban y analizaban el deporte como Manuel Chicken Palacios, Rafael Guerrero Valenzuela, José María Tucho Guerrero, Carlos Chérrez Gómez, Humberto Salinas, Manuel Mestanza Pacheco, Francisco Doylet Peñafiel, Manuel Puga Dillon, Miguel Roque Salcedo, Juvenal Ortiz, Ricardo Vasconcellos, Mario Valdez, Carlos Fuentes, José Bobby Bermúdez, Arístides Castro, Alberto Sánchez, Carlos Espinoza, Leonado Montoya, Luis Ordeñana, Édgar Salazar Vera y alguien que le dedicó toda su vida a la pelota chica, sin descuidar sus otras pasiones deportivas como el fútbol, boxeo: Ricardo Chacón García, Don Richard. Como se puede notar es larga la lista de quienes le dedicaron al béisbol sus análisis y comentarios.
La Fedeguayas nunca pudo darle mantenimiento adecuado a sus escenarios, ni financiar ni hacer gestiones para reemplazar las pistas atléticas.
Los tiempos han cambiado; de aquella nómina de una ilustre dinastía de periodistas quedan muy pocos en actividad. La nueva generación de periodistas deportivos no le da espacio a ninguna otra disciplina. Son contados con los dedos de la mano y me quedan sobrando.
Los dirigentes han colaborado muchísimo para que esto ocurra porque se olvidaron de lo primordial: organizar y armar los campeonatos y también difundirlos. Por dos años consecutivos la Federación Ecuatoriana de Béisbol, que tiene otras tareas debe asumir esta función. No se puede jugar en el estadio Yeyo Úraga por las malas condiciones del terreno de juego. Le importa muy poco a la matriz del deporte provincial, tanto que no ha hecho nada para elegir una Asociación Provincial, o conformar una comisión especial para el rescate temporal.
Las personas que en su momento se manifestaron interesadas en levantar el béisbol de mayores, con el paso de los días, se fueron enfriando y desalentando. Según dicen, en algunos casos, que las reglas no fueron claras y lejos de que la Federación Deportiva del Guayas entregue recursos para el desarrollo, tal como dicta la norma, y como fue toda la vida. Pero ahora quieren que los dineros se los entreguen a ellos. Parece que la flecha direccional se movió para el lado contrario.
Los que quieren llegar a asumir esta tarea deben entregar dineros. ¡Habrase visto tamaño descaro! Rubros como el pago por el uso del estadio, asumir costos de mantenimiento, limpieza, premiación, arbitraje, control, uso del sistema de iluminación para los juegos nocturnos. El colmo del asunto es que exigían pago por la iluminación cada vez que el directorio necesitó reunirse en las oficinas del mismo estadio. Una de las últimas perlas fue la obligación de firmar compromiso de asumir la responsabilidad personal en caso que haya algún accidente dentro de los escenarios de Fedeguayas.
Un caso concreto para revivir al béisbol fue el plan propuesto por una universidad interesada en desarrollar este deporte como un proyecto social. Con el paso de los días aparecieron nuevas exigencias y el tema se fue enfriando, hasta que llegó el momento en que le solicitaron un plan de seguridad y de cuerpos de bomberos y ahí el asunto se cayó. Después hubo otro grupo de destacados directivos de clubes que cuando vieron poco claras las reglas también se decepcionaron. Cualquier persona en sano juicio no se quiere embarcar en esta aventura y sale en precipitado ‘pisa y corre’.
¿Quién, en esta circunstancia, puede asumir la dirigencia del béisbol provincial y generar dineros para sostener estos presupuestos? En los actuales momentos es muy complicado. La Fedeguayas, con todo su poder, nunca pudo darle mantenimiento adecuado a sus escenarios, no pudo financiar ni hacer gestiones para reemplazar las pistas atléticas, ni conseguir auspiciantes.
Con la declaratoria de emergencia la intervención debió lograr que alguna institución bancaria se identifique con el deporte para auspiciar la construcción de nueva pista atlética. El Estado está en mora con el deporte y ahora la empresa privada, comprometida con proyectos sociales, tiene la palabra. El Municipio porteño y el Consejo Provincial pueden organizar un programa para el rescate del deporte provincial. (O)