El parque de Flushing Meadows en el condado de Queens, Nueva York, se ve hoy desolado. A estas alturas, en tiempos normales, los fines de semana estaba repleto de fanáticos futboleros de todas las nacionalidades. En todas las canchas, ligas latinoamericanas y europeas estaban iniciando sus torneos y sus equipos, con vistosos uniformes, eran alentados por bulliciosas barras.
La pandemia fatal ha vaciado las canchas y eso ha impedido que los aficionados ecuatorianos rindan homenaje a dos jugadores que hicieron historia en sus clubes y en la Selección. En esta semana, en Nueva York fallecieron Flavio Nall Vásquez y Gonzalo Ardiles Cárdenas, ambos vinculados a la historia de nuestro balompié y a los campeonatos de ligas en Flushing, cuando se radicaron en la capital del mundo.
Los viejos habitúes de las graderías del estadio Capwell difícilmente olvidarán a un jovencito trigueño, gran marcador de punta, muy ágil y espectacular: Flavio Nall. Surgió en 1954 en la selección de su tierra, Milagro, en los ya desaparecidos certámenes intercantonales. Milagro producía entonces estrellas a montones y brillaba el nombre señero de Unión Deportiva Valdez, primer bicampeón del profesionalismo de Guayas. Para 1955 Valdez llevó a sus filas a Nall y a su compañero en la zaga de la selección Hugo Pardo.
Todavía reinaban en la retaguardia valdezpina los inolvidables Carlos Serrado, Honorato Gonzabay y Leonardo Mondragón, pero poco a poco los más jóvenes fueron asuntándose y para 1956 aparecían en muchos partidos como titulares. En 1957 ya se produjo la renovación y en la defensa, custodiando al gran Alfredo Bonnard, estaban Pardo, Gonzabay y Nall. Así fue hasta el triste 1958 que fue la última temporada de Valdez. Disidencias dentro de la compañía azucarera, que retiró su apoyo económico al equipo, motivaron a Edmundo Valdez Murillo a disolver el plantel. Una decisión equivocada de la empresa cuando hoy las compañías, bancos, industrias pagan millones por la publicidad de sus nombres en las camisetas de los equipos de fútbol.
Generoso como siempre, fue Edmundo Valdez quien rechazó la propuesta de los futbolistas de seguir defendiendo la divisa sin cobrar un centavo. Agradeció el gesto y les dio el pase en blanco a sus cracks, que no tardaron en ser llamados por otros clubes. El que más se fortaleció fue el Everest, que se llevó en 1959 a Flavio Nall, Hugo Pardo, Juventino Tapia, Carlos Titán Altamirano y Pepe Aquiño. Ese año Everest fue un equipo de gran poderío que se afirmó en 1960, cuando ganó el título de la Asoguayas por primera vez en su historia.
En 1962 Nall, Pardo, Altamirano y Aquiño apuntalaron al célebre Everest que se clasificó monarca nacional invicto, dejando atrás a Barcelona en una final memorable que se jugó en el Modelo con los graderíos repletos. Una discusión por el reparto de la taquilla originó una frase de un dirigente barcelonés que quedó para la historia: “Barcelona no puede sostener a equipos parásitos”. El día del juego, bajo el marcador, apareció un letrero en tela que también pasó a la historia: “Hoy los parásitos seremos campeones”. El letrero había sido mandado a confeccionar por el mayor fanático everiano, Rockola Cornejo, quien lo mostraba al público.
- Ricardo Vasconcellos Rosado: ¡Qué fácil era conocer a los cracks de antaño!
La calidad de Nall, su aplicación en el marcaje, su técnica, el arte de sus vistosas chilenas lo hicieron un predilecto del público. Era, además, un jugador limpio, leal, caballeroso, como lo fue también en la vida. Un ejemplo de nobleza y amistad. Estuvo en la Selección en el Sudamericano de 1959, en el Modelo. También fue parte del combinado que jugó la primera eliminatoria mundialista, en 1960; y fue zaguero en el Sudamericano de 1963, en Bolivia.
A Gonzalo Cárdenas lo traté muy poco, pero lo conocí como un compatriota respetuoso, alegre y bien llevado con los demás. Lo vi jugar, eso sí, desde que apareció en Everest, donde brilló especialmente en 1980. Era un volante de ataque de excelentes condiciones, un número 8 de los de antes, en un cuadro everiano de gran campaña en el que estaba con Édgar González, Duval Altafuya, Jesús Meza, el argentino Aníbal Cibeyra y el paraguayo Miguel Ángel López. Ese año Barcelona fue campeón, pero Everest “le hizo pasar malos ratos al equipo amarillo”, que solo pudo imponerse una vez (2-1), “con sobresaltos y tras remontar un score que les era adverso”. El resto fueron dos empates y una derrota canaria.
A Omar Quintana, quien había asumido las riendas del 9 de Octubre, lo impresionó la calidad de Cárdenas y lo llevó –junto con el Flaco López– al equipo que la prensa llamó ‘Súper Nueve’. Ahí jugó con el argentino Óscar Pezzano, los brasileños Nelsinho y Osní, Emilio Huayamave, Orly Klínger, Belford Párraga, Jorge Amores, Guillermo Jauch y otros. El 4 de noviembre de 1981, los octubrinos, con Cárdenas de titular, “sorpresivamente derrotaron a Barcelona (futuro bicampeón de la temporada) porque el 4-1 no estaba en los planes de nadie”.
En 1983 pasó a Filanbanco, que ese año ascendió a la serie A con un equipo dirigido por Eduardo Macías y en el que formaba la línea de volantes con Marcelo Hurtado. Cárdenas jugó en el debut de Filanbanco en primera división en 1984 con Freddy Bravo, Orly Klínger, Hurtado, Eduardo Aparicio, Ubaldo Quinteros y los brasileños Luis Carlos Macedo, Noé y Newton.
En 1985 Cárdenas, apodado Ardiles por el parecido de su juego con el argentino Osvaldo Ardiles, campeón mundial en 1978, llegó a Emelec, donde formó filas con Jesús Cárdenas, Kléber Fajardo, Ecuador Figueroa, Juan Pastor Paredes, Benigno S’Tomer y otros elementos de calidad. Su nombre quedó para eternas memorias el 16 de julio de 1985 cuando Emelec derrotó 5-1 a la Liga (Q) y Ardiles hizo el que fue por mucho tiempo el gol más rápido del torneo (35 segundos). Coincidencialmente y para mayor mérito fue el día en que debutaba con la blusa eléctrica.
En 1981 jugó varios amistosos en la Selección que se alistaba para las eliminatorias al Mundial de España 1982. (O)