En 1991 Nassib Neme y la empresa Cluba S. A., que habían realizado la gran obra de la remodelación del estadio George Capwell, invitaron a una rueda de prensa para informar de la gala de reinauguración del escenario que es la cuna de la más grande fiesta del balompié nacional. Uno de los presentes preguntó cuándo se habían enfrentado por primera vez los dos grandes del Astillero. Algún acomedido se paró y dijo: “fue en 1946”. Me puse de pie e informé al auditorio que la afirmación era inexacta, pues el primer choque se había jugado el 22 de agosto de 1943 en la cancha de tierra del viejo estadio Guayaquil, descubrimiento que me pertenece gracias a mis pacientes investigaciones realizadas desde 1963 en viejos diarios y revistas antiguas de los siglos XIX, XX y XXI.
En 1946 la Federación Deportiva del Guayas dividió a los equipos de primera en dos grupos: A y B. Emelec estaba en el grupo A con los más poderosos, y Barcelona en el B, sitio de los más débiles. No se enfrentaron nunca en ese año.
José Jiménez Viejó era un joven jugador surgido en las antípodas del Astillero: el cerro Santa Ana. Venía de una familia de gran tradición, pues era hijo de Teófilo Jiménez y sobrino de Ildefonso Jiménez, dos grandes futbolistas de los años 20 y 30, que habían formado parte del invencible General Córdoba. Se incorporó a Barcelona cuando iba a iniciarse el campeonato de 1942 y su notable historia empezó cuando marcó el primer gol aquel 22 de agosto de 1943. Su víctima fue el arquero riobambeño Ulpiano Arias, fichado por Emelec en 1942, un buen atajador y regular novillero en las tientas que se hacían en las plazas de Riobamba, lo que le valió el apodo de Torerillo.
No hubo clásicos en 1946, como se ha dicho de manera errónea.
Uno de los primeros actores del choque de los hermanos del Astillero fue un centrodelantero fuerte, guapo en el área y buen definidor. Pertenecía a una familia de grandes deportistas: los Cabrera Sotomayor. Se llamaba Rodrigo y había empezado en la Liga Deportiva Estudiantil. Continuó se carrera en el Colegio Militar, de Quito, junto a José María Chivo Jiménez y a Agustín Cabezón Febres Cordero cuando el entrenador argentino Federico Rosas llegó a la capital contratado por el Ministerio de Defensa. Después pasó a Emelec y empezó a hacer noticia con sus goles, que fueron determinantes para que su equipo llegara a la primera serie. Salía a la cancha con uniforme impecable y oliendo a esencias importadas. Por eso se lo conoció como Perfume Cabrera. Cuando lo esperaba una carrera llena de triunfos en el balompié y en la vida, Cabrera falleció en 1946, después de ser goleador ese año, víctima de una intoxicación alimentaria.
Emelec venía en 1953 de pasar una situación comprometida que por poco lo lleva a jugar en la división de ascenso, pero prefirió apostar otra vez a la renovación de su plantilla nacional. Fue el año de la reincorporación de dos valores históricos: Eladio Leiss, quien se había marchado con Atilio Tettamanti, a finales de 1950, a Universidad Católica, de Chile; y Jorge Chompi Henríquez, en el último año de su luminosa carrera en Green Cross, Audax Italiano y Santiago Morning, todos de Chile; Emelec, Santa Fe de Bogotá y Sporting de Barranquilla. Se unió a ellos un jovencito vinceño que escribió grandes capítulos en la historia eléctrica: Jaime Ubilla Morán.
Moacyr es el primer campeón mundial que jugó en el clásico.
En Barcelona había dos novedades históricas: una, la confirmación como titular del sensacional alero Clímaco Cañarte, y la llegada al equipo de Gonzalo Chalo Salcedo, un jugador que dejó una huella muy profunda. El 5 de julio de 1953 empataron a cero por el torneo oficial de la Asociación de Fútbol. Ese día debutó en los clásicos el alero derecho Cristóbal Cholo Jalón, mientras Humberto Suárez dejó su puerto de marcador para jugar de interior izquierdo. En el segundo encuentro por el certamen oficial, el 3 de octubre de 1953, Barcelona ganó por 1-0, gol conseguido por Clímaco Cañarte, el primero de los que marcaría en 15 temporadas.
En ese partido debutaron en Emelec el arquero Humberto Vásquez y el volante Julio Rubira Moreno, que venía de la Liga Deportiva Universitaria y las selecciones del Colegio Nacional Vicente Rocafuerte.
Hubo un tercer encuentro por el Torneo Oficial jugado el 21 de noviembre de 1953, ganado por Barcelona por 3-1. El partido pasó a la historia por el debut en los clásicos de otro símbolo barcelonés, el marcador de punta anconeño Luciano Macías Argenzio, futuro gran capitán del club, ídolo histórico y defensor de la divisa por veinte temporadas.
En el Clásico del 9 de septiembre de 1962 se produjeron muchos hechos históricos como el debut de Alfonso Quijano, que abrió la ruta para la formación de ‘La Cortina de Hierro’. Quijano, Vicente Lecaro y Luciano Macías formaron la defensa titular a partir de esa fecha. Quijano había entrado en remplazo de Miguel Esteves en el clásico amistoso jugado el 23 de mayo por la Copa Unión de Cronistas Especializados en Fútbol (UCEF) en la que participaron, además de los del Astillero, los equipos brasileños Bangú y Sao Cristovao. En Bangú llegaron Helinho, Iris, el puntero Tiriza y el entrenador Gradym. Todos ellos formarían poco más tarde en Barcelona. Otros hechos que quedaron registrados para siempre fueron las presentaciones de Washington Muñoz, el más grande goleador de la historia de Barcelona: y del marcador Felipe Mina que se adueñaría del puesto en Emelec por varios años. Muñoz se hizo famoso no solo por la violencia de su disparo sino también por el raro efecto que le imprimía al balón, casi siempre indescifrable para los arqueros. No solo los porteros nacionales lo sufrieron. De su capacidad goleadora con pelota muerta o en movimiento supieron muchos grandes porteros de América y el mundo.
Desde 1962 la Asociación de Fútbol del Guayas había dado paso a un pedido reiterado de Barcelona y Emelec para que árbitros extranjeros dirigieran los clásicos, que para la época se jugaban con estadio lleno y en medio de una enorme euforia. Eso hizo que los ‘pitos’ nacionales actuaran solo como jueces de línea. La tendencia fue revertida en 1965 y ese año, el 21 de marzo, en un amistoso jugado en el estadio Modelo, debutó en la gran fiesta uno de los mejores réferis del Ecuador y de América: Eduardo Rendón Villacís, quien se convirtió por mucho tiempo en figura del enfrentamiento por su capacidad y desempeño honesto. Nuestro inolvidable amigo fue el primer réferi ecuatoriano en lograr el carné FIFA.
El primer mundialista en la historia del Clásico fue el paraguayo Ramón Mageregger, defensor de la valla de su país en el partido sostenido con Francia el 8 de junio en el Mundial de Suecia 1958. Pero el primer campeón del mundo en jugar en el clásico fue Moacyr Pinto, quien había sido parte de la selección de Brasil en ese mismo Mundial, aunque no llegó a actuar debido a que la titularidad pertenecía a una leyenda: Waldir Pereira, Didí.
Moacyr llegó de River Plate al Everest guayaquileño, de donde lo fichó Barcelona para la temporada de 1965. Su enorme inteligencia y certeza en el disparo lo convirtió en figura inolvidable y en un lujo en la historia de nuestro fútbol. (O)