En el diario digital argentino Infobae apareció el 25 de enero anterior un artículo titulado ‘Sorpresa en Ecuador: un futbolista argentino fue nacionalizado por decreto presidencial’. Se refería a la concesión hecha por el presidente Lenín Moreno al guardameta argentino Adrián Gabbarini, quien pasó a ser compatriota nuestro “por servicios relevantes, por su valioso aporte a la República del Ecuador en el ámbito deportivo y social”, según el Decreto 227 del 22 de enero.
Relata luego que “seis clubes de primera división de Ecuador trabajan para nacionalizar a una parte de sus jugadores extranjeros para poder así incorporar nuevos refuerzos del exterior en el corriente mercado de pases. Entre Aucas, Barcelona, Deportivo Cuenca, Liga de Quito, Macará y Universidad Católica suman ya diez futbolistas naturalizados hasta este lunes (en realidad son nueve clubes y los nacionalizados ya subieron a 15). El reglamento del campeonato que organizará por tercera temporada la LigaPro autoriza a cada equipo a reforzarse hasta con seis futbolistas extranjeros, aunque quienes tengan nacionalidad ecuatoriana no ocupan una plaza y pueden sumarse sin límite alguno”. A continuación, en la publicación de Infobae hay una lista de futbolistas de los clubes que han puesto en espera para lograr su carta de naturalización.
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El tono del medio de comunicación es de extrañeza, de asombro más bien por la facilidad con que los futbolistas obtienen su naturalización, proceso que en su país y en todo el mundo es muy riguroso. Se trata de un honor y un reconocimiento a quien ha residido un número de años y ha realizado un gran aporte al progreso nacional en los diferentes campos de la acción humana. No tenemos noticias de concesión de ciudadanía a científicos, literatos, sociólogos, juristas, pintores, escultores, historiadores. Todo este dispendio de ‘honores’ ha sido obsequiado a futbolistas.
Un diario hizo público hace un tiempo que hasta el 11 de marzo del 2019 65 futbolistas habían logrado acceder a la condición de ecuatorianos, la mayoría en los últimos tiempos, por el trajinado argumento de ‘servicios relevantes’. No tuvo la suerte de un ‘procedimiento exprés’ el recordado Carlos Alberto Raffo, quien debió esperar 19 años para que la burocracia de Cancillería termine su trámite. Raffo fue un ejemplo de gran calidad futbolística, caballerosidad y decencia; jugó once temporadas en Emelec y faltó por lesión solo a tres partidos; defendió la divisa ecuatoriana en dos copas América (fue el goleador en 1963) y en una eliminatoria mundialista. Su hoja de servicios al deporte y al país no tuvo una sola mancha.
Feria de nacionalizaciones
Toda esta mentira de los ‘servicios relevantes’ no es sino un recurso fenicio al que acuden los clubes de fútbol para saltar las vallas reglamentarias que imponen la restricción de seis extranjeros en cancha por cada equipo. Logrado el favor de la naturalización en un país por el que la mayoría solo siente un nexo mercantil e ignora su sentido de nación, civismo e historia, pasan a ser recursos nacionales y permiten que el club contrate a otro foráneo. Ejemplo: Barcelona. El Ídolo cuenta con diez jugadores nacidos en el extranjero (de Byron Castillo aún quedan dudas sobre su verdadera nacionalidad).
La feria de naturalizaciones creció desde 2017 cuando se dictó la Ley Orgánica de Movilidad Humana y la liberalidad concedida al Ejecutivo por los artículos 76 y 77 de este cuerpo legal que establecen como potestad del presidente de la República conceder la nacionalidad al extranjero que haya residido por un año en el país y haya prestado lo que ese lugar común llama ‘servicios relevantes’. Es tan original esta concesión que su trámite dura apenas 30 días y el afortunado futbolista estará listo para acudir al Registro Civil y obtener su cédula de ecuatoriano.
‘Servicios relevantes’
Uno de los más notorios beneficiados por esta ley, tan ligera y dadivosa, fue el argentino Damián Díaz de quien el decreto suscrito el 24 de enero del 2017, por el entonces presidente Rafael Correa, aseguraba que había “prestado servicios relevantes al país, con su talento y esfuerzo individual” y agregaba que “actualmente presta sus servicios profesionales en el Barcelona Sporting Club como jugador formador de valores en las categorías juveniles, actividad en la cual su capacidad, dedicación y calidad humana permitirían el desarrollo del deporte ecuatoriano”, todo lo cual era falso.
Díaz, que pese a sus antecedentes disciplinarios tiene ‘buena prensa’, ya había proferido expresiones soeces contra los árbitros cuando se lo recomendaba como un ejemplo, y no tardó en hacer quedar mal a sus propagandistas –entre ellos el expresidente Correa– cuando escupió a un rival en el partido jugado en Guayaquil ante Atlético Nacional el 14 de marzo de 2017.
Esa noche, en el estadio Monumental, Barcelona se impuso a los de Medellín y cerca del final del partido se observó que Mateus Uribe golpeó a Díaz. Se produjo de inmediato un conato de bronca entre jugadores de ambos clubes. Segundos después se pudo observar que Díaz escupió al jugador colombiano. Los protagonistas de este bochornoso suceso, Díaz y Uribe, fueron expulsados por el árbitro Julio Bascuñán de Chile. Conmebol sancionó a Díaz con cuatro partidos de suspensión y una multa de $ 6.500.
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Nuestras autoridades han desacreditado el proceso de naturalización, algo que en otros países tiene requisitos muy rigurosos. De allí la perplejidad que se nota en el artículo de Infoabe y la similar sensación que debe haber causado en el resto de América y en Europa. En WhatsApp un amigo comenta con ironía: “No nos extrañemos que pronto se pueda comprar una carta de naturalización en la Bahía”.
Esta prodigalidad reprochable en la que ha incurrido la Presidencia de la República, especialmente en el Gobierno anterior y en el actual, afecta al balompié nacional y crea un muro infranqueable para los futbolistas nacionales, especialmente los jóvenes a los que se niega acceso a la posibilidad de mostrarse. La Liga Profesional de Fútbol (organizadora del campeonato), a través de su consejo de presidentes, resolvió ampliar a seis el número de extranjeros que pueden estar en cancha. Si a ellos se agregan tres o cuatro nacionalizados, quedaría apenas un cupo para un jugador ecuatoriano. No es una exageración. Es una reflexión basada en la realidad. Cuando se pensaba que la temporada 2019 sería la gran oportunidad para el joven Víctor Mendoza, Barcelona contrató al arquero uruguayo Damián Frascarelli, cesado después por su desempeño irregular. Otra vez le corrieron la ‘cortina metálica’ a Mendoza al fichar al argentino Javier Burrai.
La solución a todas estas vergonzosas concesiones podría estar en el nuevo régimen que se elegirá el 7 de febrero. Hay que poner coto al desenfreno de las nacionalizaciones por negocio que impulsan los clubes y los empresarios de jugadores con la anuencia del Poder Ejecutivo. Hay que exigir a la LigaPro a que limite la presencia de nacionalizados en cancha. De no ser así la selección del futuro próximo no tendrá jugadores ecuatorianos por nacimiento. (O)