02/05/2024

“Así es enamorarse de la U a la distancia y de forma irracional”: el triunfo copero de los cremas ante LDU visto desde España por Renato Cisneros [VIDEO]

Hace un mes

“Bien sentado está Dorregaray y que se cuide Valera, porque el titular, al menos hoy, parece el número 11, Tunche Rivera, un chico en estado de gracia que si mañana patea una piedra, la transforma en flor”. La victoria de Universitario, con ocho horas de cambio horario, visto por Renato Cisneros

Me levanto en puntas de pie, me acomodo en la computadora de la sala, me coloco los audífonos y busco esa página de Internet que a veces funciona y a veces no. Hoy, aleluya, funciona. En la calle no pasa un alma. Mi ventana es la única encendida de todo el edificio. Cuando el Tunche Rivera anota el 1-0 me pongo de pie y reprimo el grito que lanzaría si fuese de día. Un minuto más tarde maldigo en silencio la decisión del árbitro de anular el tanto. De lejos se sufre el doble. De lejos y de madrugada, el triple.

El gol del LDU me llena de bronca, me hace pensar que ha sido una mala idea levantarme a estas horas inapropiadas. Enseguida comprendo que no, que los hinchas tenemos que estar dispuestos a todo: a perder, ganar o empatar, sin importar el clima ni el uso horario. Algo me dice que lo empataremos, es más, algo me dice que le daremos vuelta en el segundo tiempo y el marcador acabará 2-1. Es cosa de tener fe, o tan solo de tener memoria. El hincha suele refugiarse en los recuerdos emblemáticos. Evoco ahora mismo el 2-1 contra Racing, en Lima, en 1989, con goles de Fidel Suárez y de Leoncio Cervera. O el 2-1 con el DIM de Colombia, en el 94, con dos anotaciones de Nunes, la segunda después de seis cabezazos en el área. O el 2-1 con Peñarol, en el 96, en el Centenario, donde el gol triunfal nació de una corrida de Alex Rossi y acabó en un disparo colocado, sereno, de Mágico Gonzales.

No he terminado de repasar esas imágenes del pasado cuando el Tunche pone el 1-1 y el Monumental estalla en un rugido sordo del que ya quisiera ser parte. Mis amigos peruanos en España no entienden por qué me desvelo para ver a la U; ellos se autoproclaman hoy hinchas del Barza, del Atlético, o del Madrid. Yo no puedo. Desconfío de la migración en ese rubro. Amo a la U de forma irracional; un amor que se justifica por completo ahora mismo, cuando veo a Rivera sorprender a todos para anotar el gol definitivo. Con razón le dicen el Tunche, pienso, igual que esa criatura de la selva que se esconde vigilante y que frente a sus adversarios actúa de forma letal. Bien sentado está Dorregaray y que se cuide Valera, porque el titular, al menos hoy, parece el número 11, un chico en estado de gracia que si mañana patea una piedra, la transforma en flor.

Termina el partido casi a las seis. Salto de alegría en la sala como si estuviera en el centro de la Trinchera. Mi esposa se levanta persuadida por el ruido, ve el espectáculo de mi celebración, resopla con disgusto como diciendo «nunca cambiarás» y regresa a dormir. Estoy a punto de explicarle lo que ha sucedido al otro lado del océano, pero sé que será en vano. Algún día lo comprenderá. Algún día.

EC | Entrevista a Jorge Fossati

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