El conjunto azulgrana le metió cinco goles al Royal Antwerp, mostrándose, gustándose y con un dinamismo novedoso a ojos de la afición.
El Barcelona vive en estado de felicidad. Se podría pellizcar para ver que no es un sueño que, por fin, un futbolista llegado con la etiqueta de crack lo demuestra sin despeinarse (Gündogan) y que otro, aterrizado con tantas expectativas como dudas, se basta con dos partidos para demostrar que Joan Laporta tiene duende a la hora de elegir futbiolistas. Aunque Joao Félix llegase en combinación, claro, con Jorge Mendes, el otro hacedor de esta nueva plantilla.
Le metió cinco al Royal Antwerp en su estreno de Champions tal y como lo hizo el sábado anterior al Betis en LaLiga. Mostrándose, gustándose y con un dinamismo novedoso a ojos de la afición. Ya no le basta con ganar, por fin, ahora se trata de ganar, gustar, atacar y seguir haciéndolo. Como en los viejos tiempos.
Y en ese estado de felicidad, en ese tiempo que todo sale de cara, sobresale la figura de Joao Félix que llegó casi de rebote, sin el beneplácito del staff técnico e impuesto por Laporta. Y ha tardado dos ratos en conquistar a la hinchada azulgrana, entregada a su magia, su calidad, brillantez y olfato goleador. Al campeón belga le metió dos y asistió en un tercero a Robert Lewandowski, cuya felicidad personal en el terreno de juego con la llegada de un socio como el portugués también se nota a la legua.
Nadie en Barcelona se acuerda de Ousmane Dembélé ya. De hecho, se contempla una plantilla tan ajustada en número como sobrada en calidad. Y con Xavi teniendo que hacer malabares a la hora de elegir cualquier alineación.
La pregunta hoy es ¿a quien sentará Pedri cuando esté recuperado?. Más aún, viendo este Barça y a todos sus jugadores, ¿a quién sacrificará el entrenador en el Clásico del 28 de octubre? Porque no es lo mismo quedarse en el banquillo frente al Royal Antwerp, el Cádiz o el Betis, que hacerlo frente al Real Madrid.
Y el potencial que va mostrando, con más prisa que pausa, el Barcelona abre este interrogante que hace dos años, no más, se habría considerado imposible.