Este Barcelona, sigue siéndolo, un equipo que genera más desconfianza que certezas. Ni teniendo al Napoli a su merced supo, o pudo, arrodillarlo.
El Barcelona tuvo en el Estadio Diego Armando Maradona el billete a los cuartos de final de la Champions en su mano y lo dejó escapar de una manera inverosímil. Perdonando en la primera mitad y no sentenciando en la segunda, cuando con el marcador a favor se suponía que el Napoli estaba arrodillado sin más. Montjuïc decidirá el clasificado después de un 1-1 que supo a poco para el campeón español, superior en casi todo, pero tan limitado en su confianza como poco decidido a ejecutar a un rival que agradeció, seguro, el llegar al segundo partido de la eliminatoria con esperanzas de dar el golpe.
Consciente de la trascendencia del choque, Xavi tiró de veteranía y retocó el once inicial que comenzó en Balaídos, entrando Íñigo Martínez en el centro de la zaga en lugar del juvenil Cubarsí y colocando al intocable Gundogan (que había descansado ante el Celta) por el brasileño Vitor Roque.
Y entre los cambios, el ánimo global del equipo y, también, la poca claridad de ideas del rival, el Barça se hizo dueño y señor del partido en un comienzo que en nada recordó a actuaciones pasadas. En 21 minutos (Lamine Yamal, Lewandowski y Gundogan) había disfrutado de tres ocasiones magníficas que solo la excelente respuesta de Alex Meret evitó que fueran gol y acabó la primera mitad rematando hasta siete veces a la meta contraria y sin conceder ni un solo disparo a la propia, algo no visto en un partido de eliminatoria de Champions desde la semifinal de 2011 ante el Real Madrid.
Pero es este Barça, sigue siéndolo, un equipo que genera más desconfianza que certezas. Ni teniendo al Napoli a su merced supo, o pudo, arrodillarlo. No lo hizo en la primera mitad ni tampoco en la segunda, incluso con ventaja en el marcador gracias al acierto de Lewandowski. En cuanto anotó el polaco el 0-1 a la hora de partido dio la sensación de que el triunfo estaba en su mano, rebajó la intensidad, abandonó el ímpetu y sin llegar a saberse cómo le dio vida a un rival que tomó al vuelo el regalo.
El empate de Osimhen, aprovechando la debilidad de un Íñigo Martínez que hasta entonces, 75 minutos, había mantenido un rendimiento impecable, rompió los esquemas de un Barça demasiado falto de confianza y al que cualquier golpe convierte en un manojo de nervios. Todo lo que no había atacado este Napoli desmembrado anteriormente lo hizo en un desemboque de partido frenético que a los jugadores de Xavi se le hizo eterno.
Montjuïc definirá la clasificación y, visto lo visto, el equipo de Xavi afrontará ese partido de vuelta con la etiqueta de favorito por cuanto este Napoli está muy lejos, mucho, de su mejor versión. Pero el Barça no ofrece tampoco una garantía suficiente como para resolver que tiene el billete en la mano. Y ante un rival como el que tiene enfrente, en Europa, eso puede considerarse un pecado.